Sergio Galindo: el juego del erotismo, por Jasmín Cacheux

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(Una aproximación al análisis del cuento, “Querido Jim” (1973))

 

Preámbulo

La elección del autor y obra de análisis era una de las preocupaciones apremiantes de quien escribe. Transitaba entre el gran Julio Cortázar o el recién descubierto Felisberto Hernández; asombro y maravilla, parecían ser los conceptos que acuñaba entre más nos adentrábamos al estudio del cuento latinoamericano. Tras la lectura de “Lejana”, del primero o “El balcón”, en el segundo, la necesidad de conocer más acerca de los conceptos: límite y/o transgresión de las leyes de lo real, se hacía más fecunda. Finalmente la decisión se inclinó por la vocación, sí, Sergio Galindo renovaba la vocación del escritor. Ante nuestros ojos crecía la imagen del tiempo, la memoria y las revueltas interiores, en lo humano.

Leer a Sergio Galindo, era el regreso al hogar; constituye, a fuerza de macerar la palabra, la dimensión precisa en que es posible observar un plano conocido- desconocido. Consiste en ver a Xalapa, Veracruz, con otros ojos, y con mis propios ojos, en la distancia.

La elección del cuento, Querido Jim,surge como un acto de asombro, pensando -en una primera lectura-, en Aura, esa mujer mágica y extraordinaria; o bien, La cena, de Alfonso Reyes, pero al pasar a la segunda lectura, todo fue mucho más claro, se trataba de la relación humana, sus requiebros, sus pulsiones, sus obsesiones, porque en Galindo, ya lo han dicho antes, el escritor “…supo como ningún otro de su generación, espiar el latido humano que se oculta en el alma.”(DE ANHALT, Nedda 2008).

Con el pasar de las hojas, la lectura de Querido Jimera más clara, se trataba tal como lo expresa Nedda G. De Anhalt: “La dialéctica entre la necesidad de recordar y la compulsión de olvidar.” Ese olvido desmemoriado que es la relación amorosa cuando rompe toda convención para rencontrarse. He aquí el resultado.

 

  1. I.                    Sobre el autor

Sergio Galindo (Xalapa, 1926, Veracruz, 1993), como puede apreciarse en las diversas fuentes al respecto se considera un autor reconocido tardíamente y, desde el punto de vista de quien escribe, necesario de reconocerse, compilarse, leerse y volverse a leer. Autor de una prolongada obra literaria, más de media docena de novelas, cuatro libros de cuentos, obras de teatro y otras incursiones como guiones para televisión o adaptaciones cinematográficas.

Galindo, asumía la escritura como una vocación, “un llamado”, y eso es lo que lo define para nuestro gusto y necesaria revisión literaria. Si bien exploró el realismo y lo fantástico y encontró en piezas logradas como “El hombre de los hongos”, uno de sus cuentos más estudiados, también incursionó con sus personajes femeninos en un simbolismo apasionante que lo caracteriza y le da mérito (una de sus personajes más estudiadas Otilia Rauda;o con su cuento poderoso Retrato de Anabella). La obra de Galindo desde los primeros años ya era notoria, la forma en que podía retratar la inocencia infantil en Cirila, Pato; o el retrato crudo de la cárcel en Este laberinto de hombres; la manera en que acude a mostrarnos el rostro de la vejez en “El tío Quintín” y “Los muertos por venir”. Pareciera, con lo mencionado, suficiente para obtener su obra literaria como un caleidoscopio; sin embargo, no es por cierto ninguna de estas obras la que ha llamado nuestra atención, se trata de otra parte del autor, aquella en la que lo cotidiano se transforma en fantástico, la relación vivida.Lo humano florece y se hace tacto, olor, memoria y olvido enQuerido Jim (1973).

En el cuento que aquí estudiamos de Galindo, tiempo y memoria son los principales ejes de la historia, los cuales adquieren su contra parte: espacio y olvido. Ante estas coordenadas, Galindo plantea sin cuestionamiento moral alguno, más bien con una sonrisa de ambigüedad al respecto, la relación amorosa, vital, errabunda, pero también de una intensidad satisfactoria para el lector. Querido Jim, no es el cuento sobre el que se hayan hecho análisis más allá de la idea de ser aquél en el que Galindo plantea lo humano, en cuanto tal. Sin embargo, es el cuento en el cual hallamos la síntesis precisa de los temas mencionados, al presentar al autor.

No obstante, aquí sólo diremos que si bien Sergio Galindo no fue reconocido y no ha formado parte de una relectura que le permita el lugar que merece por su propia obra, es sin duda el autor de la vocación, el escritor que transita en su obra de la provincia de Xalapa, Veracruz, a cualquier otra parte del mundo (como en el cuento que se estudia, Amsterdam), un escritor genuino, de vocación, que sin ignorar las posibilidades de lo fantástico, halló en la relación amorosa, el vínculo humano que no tiene explicación, porque es también por antonomasia, irracional, instintivo, tan presto al olvido como a la infinita memoria. Galindo, y esa es la razón de la elección del autor, más que cualquier adjetivo es el escritor, es decir, aquel hombre que eligió para su propia vida sobre cualquier otra cosa, el ejercicio paciente y solitario de la escritura.[1]

 

  1. II.                  “Querido Jim”, el juego amoroso

Dar lectura a  “Querido Jim” es acudir a la cita prolongada con una historia en un tiempo circular y como tal infinita. Ante nuestros ojos, la pareja que reinventa o se reinventa a través del juego erótico; aquí damos cuenta de “…uno de los recursos que Galindo maneja con virtuosismo: la ambigüedad moral deliberada.”(Nedda G. De Anhalt, 2008)[2]

Tras realizar la primera lectura de “Querido Jim”, el cuento acercaal lector a la fusión de la realidad y la fantasía. En el primer “plano”, por así denominarlo, la realidad, un hombre que ha llegado a Amsterdam a un Congreso Mundial de Editores coincide con una mujer ante la chimenea del hotel en que se hospeda; esta mujer desconocida y extraña parece “confundirlo” con otro, sin que el protagonista, y narrador, de la historia entienda sus razones. En el segundo “plano”, la fantasía, se trata de un viajero que tras su llegada a Amsterdam recorre las calles, para después refugiarse del frío en el hotel, pues llega a sentirse casi muerto por el clima; en ese estado acude a la chimenea y encuentra a una desconocida quien, sin embargo, con familiaridad interactúa con él, sin aparente explicación. Debemos decir es aquí cuando el lector se transforma en elector, pues Galindo nos permite esta transición, para elegir alguno de los planos; no obstante, esto resulta innecesario, tras la fusión de lo real y lo fantástico, en dos momentos particulares, el primero de ellos lo proporciona el protagonista al describir el contacto de las manos:

“Su mano estaba tibia, me hizo mucho bien sentirla sobre mi piel, y lentamente, ese contacto se convirtió en una caricia que tenía todas las características del hábito; como si diariamente hiciéramos lo mismo.”[3]

El segundo ocurre en el instante en que la mujer dice:

“- Bello el fuego, ¿verdad? –murmuró con ternura–. Como siempre para nosotros… ya se me pasó el malestar. Como te conté, la noche me resultó interminable. Varias veces pensé en despertarte, pero se me hacía una injusticia, ¡dormías tan plácidamente!”[4]

En este fragmento podemos observar tres expresiones que nos revelan lo cotidiano de una pareja: “Como siempre para nosotros”, “Como te conté”, “¡dormías tan plácidamente!”, conllevan a las preguntas: ¿existe una historia anterior en el cuento que apenas inicia, ante el revelador nosotros? ¿Cuándo, en qué momento la mujer le ha contado al protagonista? ¿Cómo puede saber que él dormía plácidamente? Lo real y lo fantástico se han fusionado para dar rienda suelta al juego del erotismo entre ellos; a su vez, con la misma delicadeza que toca la mano del protagonista y convierte su tacto en caricia, es ella quien nos describe el ritual:

“-No sabes cuánto me duelen nuestras separaciones. Aunque todo se perdona por el inmenso placer del reencuentro. Como ahora, como este momento… ¿acaso no es la eternidad?… Lo es para mí. Cada instante que estoy a tu lado tiene otra dimensión. O tal vez es un tiempo sin medida incapaz de ser reducido al ritmo del reloj…”[5]

Estamos ante el juego erótico de una pareja que vamos adivinando se ha convertido en ritual desmemoriado e infinito. Hasta aquí sólo conocemos el nombre, concedido por ella, delpersonaje, Jim, quien sonríe porque no lo reconoce como suyo; de él, sabemos que es editor y que entre los manuscritos que ha recibido, hay uno en particular que le parece brillante, “Comienza en el momento en que el personaje abre los ojos: despierta. Y luego el relato va retrocediendo, segundo a segundo. Un uso increíble del tiempo.”(Galindo, 1997, p. 115). Y la mención señalada es apropiada, pues de eso también se trata este cuento, el tiempo. La descripción que realiza el personaje es también la de este cuento, es el inicio del mismo, tal como Jim continúa abordando, “… como si el reloj echara hacia atrás con la misma precisión con que corre hacia adelante.”(Galindo, 1997, p. 115)

Es “Querido Jim”, sin lugar a dudas, una historia de amor, del amor, más allá de la relación convencional, dice ella – la mujer que aún no ha sido nombrada–, ante el asombro del narrador protagonista: “–Estoy esperando, Jim, mi amor, háblame. Existimos por las palabras, y por el amor. Te suplico, Jim, háblame.”(Galindo, p.116)

Ante esta evidencia, el protagonista no se atreve más que a intentar rescatar lo que llama de sí su realidad, preguntándole su nombre; ella que no está dispuesta ceder, ríe, diciéndole:“¿Cómo podemos ser tan reiterativos? ¿Y a pesar de ello amarnos?”[6]Y aquí damos con otra de las formas galindianas para develarnos la relación humana, esa constante de echar en suerte la repetición, reiteración necesaria para lo cotidiano, que esta mujer le cuestiona al protagonista y que hace que éste se planteé una transformación:

“No sé por qué en ese momento pensé que el fuego tenía algo solemne. Como si “Leonor” y yo estuviésemos haciendo algo sagrado que nos daba anuencia a ser una especie de seres de otro mundo. O, tal vez, a compartir un secreto que nos hacía superiores a esas personas – aparentemente semejantes a nosotros–, que nos rodeaban.”[7]

Hecho ya el ritual que parece tan necesario cuando se ha consumado la comunión, ella ha dejado de ser una extraña, para convertirse en Leonor, y recordarle al protagonista: “– El reloj funciona; el tiempo, para fortuna o desgracia nuestra se mide y abre y cierra puertas. (…)”[8]

Galindo nos afirma de este modo que el juego amoroso posee su propio tiempo, sus propias coordenadas, nace con su geografía, pero transforma toda lógica, así lo expresa Leonor: “–  (…) Pero quizás el mérito de nuestras relaciones estribe precisamente en eso: en que no nos acostumbramos a ciertos cambios que deberían parecernos lógicos.”[9]

Este jugar con el tiempo, este jugar erótico que nos retrotrae a un tiempo dual, el de Leonor, el de Jim; él, de quien nada sabemos sólo que ha despertado en Amsterdam que tuvo frío antes de encontrarse con ella, y que ante los ojos de ella, Leonor, está lleno de olvido, de ausencia de identidad, mientras que toda ella es memoria, la historia está inscrita en Leonor:

“–Vamos Jim, yo siempre he tenido una memoria privilegiada; en cambio tú te olvidarás eternamente de las cosas.”

Y en este memoria infinita queda inscrito el pensamiento de Jim, en la mirada que le devuelve que posa sobre y en ella, declarándole casi como una caricia: “–Creo que a cada momento te vuelves más hermosa.”[10] Como si el sencillo transcurrir de los minutos con el reloj hacia adelante, permitieran que en exacta simetría, el tiempo se recorriera también hacia atrás, la encontrara entre sus recuerdos.

Y así, tras la revelación de la existencia de Leonor, el personaje que se hace infinito en la memoria de Jim, vuelca el torrente de lo que hasta ahora ha sido esta “su historia” de amor, del amor, diciendo:

“–…(…)  Cuando no estás, salgo a la calle a buscarte con el presentimiento de que me esperas en la esquina ¡Y no te encuentro! Y sigo de un lado para otro, presa de la absurda seguridad de que la perseverancia te conducirá a mi lado… ¡Eso es espantoso si se prolonga por horas! No vienes. No estás en ningún sitio. Entonces me convenzo de que has dejado de existir desde hace mucho. Y de que, por mi terquedad, vuelves a la vida. No me tomes por loca. Por desgracia no lo estoy y eso hace más duro aceptar que el reencuentro es algo que está fuera de nuestros deseos, que es algo que a final de cuentas sucede, a pesar de nosotros mismos… Sueño tu cuerpo, y mis manos y mi ser acarician la nada: inventándote. (…)”[11]

He aquí, en este párrafo, la expresión de la búsqueda por el otro intensificada, la locura por el desencuentro, también intensificada, hasta la reinvención del otro. ¿Acaso la relación amorosa no es también dibujar y desdibujar el rostro amado tantas veces hasta pensar que se ha imaginado? Leonor parece enloquecer en su infinita memoria, mientras que Jim, recuerda cómo “ese amor”, “su amor, es también “… la repetición de algo sabido, vivido una y mil veces.”[12]Entendiendo que el tiempo que transcurre circular, declara: “…Tuve lucidez para darme cuenta de que eso mismo nos sucedería quién sabe cuántas veces más. Amé intensamente a Leonor por devolverme a la vida.”[13]

El cuento ha conseguido su clímax, todas las preguntas formuladas tienen ahora su respuesta. Él, narrador, protagonista, puede mirarla completa, ver en ella a su esposa, Leonor, sin extravío reconocer que está a su lado, cuando quizá debiera quedarse con sus hijos, en el lugar de lo cotidiano y lo sabe, en términos de sabor, un aprendizaje más los sentidos que de la razón; ahí, mientras el encuentro se hace comunión, el narrador nos da ojos y oídos, para entender que en ese amor, “su amor”: “Ella era cada vez más joven y hermosa y yo cada vez más Jim.”[14]

 

  1. III.                Las tres leyes de la representación de lo real

En una revisión general del cuento, Querido Jim, desde la óptica de lo real, deslizamos los elementos que podemos colocar en un parangón que nos permita acercarnos a contraponer aspectos particulares a las leyes de la representación de lo real, a saber: la primera ley, la uniformidad en el espacio. Un espacio único, uniforme; la segunda Ley, de la personalidad, de la unidad del yo; y la tercera ley, la que corresponde al orden del tiempo, una sistematización ascendente, hacia adelante y uniforme.

En Querido Jim, asistimos a la transgresión, a la ruptura con estas leyes, a la fusión, ya lo hemos precisado, de lo real y lo fantástico. La primera ley, la uniformidad del espacio, queda inicialmente transgredida desde la llegada del personaje al hotel, a la ciudad, a su recorrido por la misma, a la chimenea, escenario inicial de la multiplicación de espacios. Más adelante, con el recorrido nocturno, los lugares son múltiples y uno mismo, pues el personaje regresa a la misma habitación, a la cama que no fue su cama, hasta que tras todos los espacios se convierte ante sus ojos en nuestra, del personaje femenino, misterio inicial, y finalmente su hogar.

De la segunda, su consecuente rompimiento, es la identidad. Al lector, elector, se nos presenta un hombre que duda en presentarse como Esteban  y que más tarde sabremos se trata de Jim, aun así, el personaje se dibuja y desdibuja a través de la mujer, su identidad no es suya, le pertenece a ella. Y aquí la transgresión a la segunda ley de lo real, ¿Esteban? ¿Jim? El otro que es el mismo, pero se reconoce como otro desde su mismisidad, a partir del olvido, el suyo, el de ella, su identidad está rota y la de quien lo acompaña, sólo el recorrido a través de las palabras puede darle un orden, y es esa secuencia la que lo rasga y convierte en sí mismo.

La tercera ley de lo real, el tiempo, su ruptura, su transgresión que está presente en cada símbolo del cuento, a través del señalamiento del reloj, de la hora que va marcando la progresión del tiempo, “- El reloj funciona: el tiempo, para fortuna o desgracia nuestra se mide y abre y cierra puertas. El bar nos espera.” Señala Leonor, tras haberse encontrado. Si esta no se considera evidencia del tiempo, mostramos nuevamente la del personaje: “…Comienza  en el momento en que el personaje abre los ojos; despierta. Y luego el relato va retrocediendo, segundo a segundo. Un uso increíble del tiempo.” Tal parece nos anuncia hacia a dónde llevará a nuestros ojos.

Porque el tiempo, en este cuento en particular, es un personaje que le permitirá a Jim, encontrarse también en los ojos de Leonor, “La dulzura de su mirada infinita, y en lo infinito no hay tiempo, no hay edades…”El correr de los minutos que le devuelve la memoria, que lo aleja del olvido de su propia existencia.

Aquí las tres leyes de lo real se han transgredido, reformulan el lugar convencional de la pareja, para dar paso al juego amoroso, al ritual de tenerse y perderse, encontrarse y desencontrarse mutuamente, tal como da testimonio el personaje ante el taxista que se ha convertido en compañía de ambos, Ralph, quien le pregunta:

“…-¿Desde cuándo andan ustedes juntos?

–                Desde hace un siglo. – respondí.

–                Pero usted no es tan…Quiero decir parece mucho más joven.

–                Leonor y yo no tenemos edad.”[15]

Así la transgresión, la ruptura de las leyes de lo real se pone de manifiesto, pero también han transformado el convencionalismo de la relación de pareja, el lugar amoroso, sin tiempo, sin identidad, sin espacio, contra tiempo, contra identidad, contra espacio, lo uno y lo otro, sin que tenga porque no ser, son seres humanos límite, sin olvido y con memoria y también viceversa. Porque tal como lo cierra el cuento, transcurren los minutos, el espacio parece ser el mismo, ellos ahora son quienes son y no lo son, porque lo expresa magistralmente Jim: “Ella era cada vez más joven y hermosa y yo cada vez más Jim”. Y en ese cada vez, hay tiempo, espacio, y un yo transfigurado.

 

  1. IV.                La condición Fronteriza en “Querido Jim”

Sabido es que el hombre contemporáneo está viviendo permanentemente en el límite[16].  Y en tal contexto, el filósofo español Eugenio Trías, dice los hombres somos seres limítrofes; vivimos en el límite entre el sí mismo y la otredad de la naturaleza y de la sociedad; pero también entre lo racional y lo que no lo es.  Tras lo que hemos dicho, podemos observar esa mirada límite en nuestros personajes, esa condición de vivir permanentemente “con un pie implantado dentro y otro fuera”, ese afuera, ese adentro, que es imposible precisar, porque se encuentra en las emociones, en lo humano, en estar aquí y allá, dentro y fuera. Dentro, como lo real; Fuera, como lo imaginario lo fantástico, pero también con estos mismos conceptos subvertidos, no hay arriba o abajo y el tiempo no es una necesaria progresión.

Los personajes en Querido Jim, parecen acudir primero a un juego erótico, dos desconocidos; más adelante, observamos que ha alcanzado la suerte de ritual y como tal posee un sacrificio: la memoria de Leonor, el olvido de Jim. Este sacrificio, porque es necesario ofrendárselo a lo que obtienen a cambio, el enamoramiento infinito, su larga historia por todo el mundo.

Leonor y Jim, a lo largo del cuento nos permiten plantearnos la condición limítrofe y fronteriza, a través de la cual esta pareja decide no naufragar si no vivenciarla para poder salvarse; sí, salvarse, de lo que de otro modo los sometería a ser la pareja de casados con hijos que esperan pacientemente que los convencionalismos de estar dentro, los rompan, atándolos; así, a cambio, se quedan fuera, sin tiempo, sin lugar, sin identidad, pero unidos, no atados.

Diremos hasta aquí que el fuera que hemos colocado no es otro que la sociedad y su moral, mientras que el dentro, se trata de la propia conciencia del individuo, de sus emociones, complejas, circulares, duales, y que ante ello sólo puede obrar a través de su propia ética, una ética como el propio humano –hombre, mujer-, fronteriza, diremos con palabras de Eugenio Trías:“Obra de tal manera que ajustes tu máxima de conducta, o de acción, a tu propia condición humana; es decir, a tu condición de habitante de la frontera”.(Trías, Eugenio. 2000)

Tal parece el único modo posible que se sume a todos los demás modos imposibles, que nos invita a habitar el “límite” del mundo, como Leonor y Jim, quienes encarnan esa condición limítrofe y fronteriza en la relación amorosa, que los constituye y los dota de identidad.

 

Conclusión

Después de la aproximación realizada, pues de ningún modo es posible jactarse a quien escribe que pueda ser tomada de otro modo, podemos reiterar con profunda convicción lo que en otras partes ha quedado expresado: Sergio Galindo es un escritor necesario para considerar la complejidad de la narrativa mexicana, latinoamericana. Su lectura crea eco a quien la realiza, pues rasga y entreteje la forma en que lo humano se considera maravilloso, se torna fantástico, por real, por presente. Parece irónico que tomemos esta palabra, presente, cuando hay un juego amoroso de por medio en el cuento que hemos analizado, y el amor, es bien sabido no tiene tiempo ni progresión. Aun así, diremos que si bien nos falta espacio para ahondar en las temáticas del autor, para confrontar con otros cuentos del mismo tinte, es decir de la relación humana y sus denuedos, hasta aquí nos hemos acercado a una de las temáticas de la obra galindiana, quizá la menos explorada por la crítica, pero la que ha llamado nuestro interés por lo nítido del complejo acto amoroso.

Coincidimos con Nedda G. de Anhalt, en Querido Jim, tenemos una muestra de la obra de Galindo, pues tal como lo señala “…está basada en el espacio sagrado del amor y la muerte. Esta última constituye uno de los ejes dominantes de su narrativa. Escritor del amor y del deseo, Sergio Galindo.”

Finalmente podemos,no sin cierta reserva, asumir que nos hemos acercado al autor, entusiasmado con sus provocaciones morales, su ambigüedad, su maravilla en cada juego verbal, abrazado en el tejido que provoca su entusiasmo en boca del personaje femenino y ese acto de rendición de hoy, nuestro tan Querido Jim, entendiendo que el amor puede encontrarse y rencontrarse, perderse para buscarse, en el límite, por el límite y aún contra toda convención, aceptamos, sin embargo que esta consideración sería imposible sin las formas que “el escritor maneja con virtuosismo: la ambigüedad moral deliberada en el juego erótico de una pareja, manifiesto en cada palabra, movimiento y giro del ritmo verbal.”

 

Cuento Querido Jim, de Sergio Galindo.

 

 

 

Referencias

DE ANHALT, Nedda G. Sergio Galindo (2008). Material de Lectura 38. MÉXICO: UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO,  COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL DIRECCIÓN DE LITERATURA-

GALINDO; Sergio. Querido Jim. Recuperado: 28 de mayo, 2012. Disponible en: http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/967/2/1997102P113.pdf

GARCÍA, Connie. Técnicas narrativas de la novelística de Sergio Galindo. Madrid: Editorial Pliegos, 1994.I SBN8 488435053. 224 pp.

SAUCEDO LASTRA, Fernando (2012). Apuntes del curso Exploración y límite del cuento latinoamericano.

TRÍAS, Eugenio. Ética y condición humana (2000). Barcelona: Ediciones Península.

PERIÓDICOS

SOL MORA, Pablo. La vocación Literaria. La Jornada Semanal,  domingo 14 de agosto  de 2005 No. 545 Consultado: 11 de junio, 2012. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2005/08/14/sem-pablo.html


[1] SOL MORA, Pablo. La vocación Literaria. La Jornada Semanal,  domingo 14 de agosto  de 2005 No. 545 Consultado: 11 de junio, 2012. Disponible en:http://www.jornada.unam.mx/2005/08/14/sem-pablo.html

[2] DE ANHALT, Nedda G. Sergio Galindo (2008). Material de Lectura 38. MÉXICO:UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO,  COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL DIRECCIÓN DE LITERATURA, p. 4

[3] GALINDO; Sergio. Querido Jim. Recuperado: 28 de mayo, 2012. Disponible en: http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/967/2/1997102P113.pdf p. 114

[4] Ídem.

[5] Ídem

[6] Íbid., p. 116

[7] Ibíd., pp. 116-177

[8] Ídem.

[9] Ídem.

[10] Ibíd., p. 118

[11] Ibíd, 119

[12] Ídem.

[13] Ídem.

[14] Ídem.

[15] Ibíd., p. 121

[16] SAUCEDO LASTRA, Fernando. Apuntes del curso Exploración y límite del cuento latinoamericano (2012).

 

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Sobre jasmín cacheux

jasmín cacheuxJasmín Cruz Cacheux (Xalapa, Veracruz, 1974). Poeta, dramaturga, ensayista, escribiente; Licenciada en Derecho, Licenciada en Ciencias de la Comunicación; ha escrito y montado obras de teatro de su autoría; obtuvo el premio nacional de cuento, 1996; la Mención Especial Alfonsina Storni, 2007, en el festival de mar de Plata, Argentina. Ha culminado la maestría en Literatura. Tiene el libro inédito de poesía “Creaturas cotidianas” (2010), y el libro "Rocío de Mar", publicado por Ediciones Clandestino (2014).

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