Lee Morgan, en fin. Por Martín Cinzano

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La noche del 19 de febrero de 1972 el jazzista Lee Morgan fue asesinado de un balazo por su novia Helen More en el club Slug’s de Nueva York. Existen dos versiones para el suceso: la más extendida (y romántica) señala que More le habría disparado al trompetista mientras éste aún se encontraba tocando en el escenario; la otra (igualmente romántica), que todo habría sucedido en el camarín del club, luego de que Helen sorprendiera a Lee con otra mujer.
En fin.
Lee Morgan es, junto a Donald Byrd, el más importante trompetista de la generación del hard-bop, aquella que se desarrolló durante los años sesenta en Estados Unidos. The Sidewinder (1963) es sin duda su más conocida grabación (vendió miles de copias y lo hizo famoso todavía más allá del circuito del jazz), pero ya desde Indeed! (1956) y especialmente desde su aparición con el sexteto de John Coltrane en Blue Train (1957), cuando tenía dieciocho años, Lee dio bastante de qué hablar.
Finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta fue, en general, una época difícil para los jazzistas emergentes y más innovadores; después de la gran cosecha del bebop, muchos de los clubes a donde los músicos iban a ponerse a prueba hasta la madrugada se habían ido hundiendo hasta casi desaparecer. El Slug’s y algún otro como el Five Spot y el Birdland sobrevivían a duras penas en una escena aún dominada por la embestida del “cool jazz” y el funk. Por otra parte, la misma trompeta, pese a Fats Navarro, Dizzy Gillespie y Miles Davis, había cedido su lugar como viento predominante en la improvisación, pues era claro que después de Charlie Parker y los máximos vanguardistas de los sesenta, Sonny Rollins, Ornette Coleman, Albert Ayler, Archie Shepp y John Coltrane tocando en su mejor momento, la “cosa” (“the new thing”, como la llamara Amiri Baraka) se hallaba en cualquiera de los tipos de saxo, incluidos los de plástico. Y si a eso se le agrega la prematura muerte del trompetista Clifford Brown, el asunto no tenía visos de prosperar.
Pero lo hizo. Formando grupos con aquellos y otros saxofonistas y bajo el alero del sello Blue Note de Alfred Lion, los trompetistas arremeterían con todo. Freddie Hubbard, Donald Byrd y Don Cherry aparecerían en grabaciones como solistas y tocando en vivo donde se pudiera (incluso en “lofts” acondicionados por los mismos músicos), uniéndose además en una dura lucha (no exenta de deserciones) por el regreso del jazz a sus raíces afroamericanas. Hasta esa noche del 19 de febrero, sin embargo, Lee Morgan era el más prolífico de todos ellos: tenía 33 años y había estado al frente en más de veinticinco discos, sin contar sus aportaciones para otros solistas y sus giras europeas con los Jazz Messengers de Art Blakey. Grabó y tocó en vivo también con Herbie Hancock, Paul Chambers, Chic Corea, Jackie Mclean, Cedar Walton y Wayne Shorter, pero sus socios más frecuentes a la hora de meterse al estudio fueron el bajista Bobby Cranshaw y el baterista Billy Higgins, quienes aparecieron en The Sidewinder (1963), Tom Cat (1964), The Gigolo Lee Morgan (1965), Charisma (1966), Cornbread (1967), The Procrastinator (1967), Caramba! (1968) Taru (1968) y Speedball (1970), entre otros.
Según algunos, la terrible pelea de aquella noche habría comenzado a las afueras del Slug`s, durante el intermedio de la presentación de Lee Morgan. Según otros, el asunto al parecer venía de más lejos: Helen, una mujer dura que habría sacado a Lee de su adicción a la heroína por largas temporadas, estaba cada día más harta de que el trompetista le hiciera honor a su grabación The Gigolo Lee Morgan. Pero al entrar al Slug’s lo que unos u otros dijesen ya no importó más: Helen empuñó el revólver y lo mató de un solo tiro.
En fin.

Ilustración: Davide Baroni

 

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Sobre martín cinzano

martín cinzanoNació en Guayaquil en 1977. Ha escrito poemas, cuentos y ensayos, además de coeditar la revista Descontexto, en Santiago de Chile. Ha publicado artículos sobre literatura y cine en medios impresos y electrónicos mexicanos, argentinos, chilenos y españoles. En el año 2011 publicó Perdido (texto ganador del Concurso Nacional de Crónica Urbana, organizado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008), compilado de crónicas urbanas redactado en México.

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