Copia certificada: profunda y superficial

De tanto admirar a un cineasta, uno piensa que incluso de los más bajos momentos se pueden sacar destellos de maestría o, más aún, que las supuestas debilidades de la obra de turno son la miopía del espectador que no logra sintonizar con las propuesta del director. Algo de eso ocurre con “Copia certificada”, última propuesta del gran Abbas Kiarostami. Lo bueno de este desconcierto es que de ella surgen momentos de “oscura inteligencia”, extraños fulgores que iluminan (u oscurecen) los supuestos que albergan nuestros deseos.

Los peligros de las película de tesis es que a veces la premisas que se buscan defender no dejan ver el bosque de detalles, variaciones, búsquedas y encuentros que se desarrollan a través de la imagenes y, por ende, no logran conectar con el espacio íntimo que la película busca fundar junto al espectador. Esto se vuelve aún más peligroso cuando la tesis es de índole filosófica y juega con los conceptos de falsedad, paralelismo y ficcionalidad. Estamos a la vuelta de la esquina de enfrentarnos a una farragosa e indigerible experiencia de desazón por la incomprensión de no ingresar en un mundo de supuestos variables y complejos y, con un dejo de culpa, nos volvemos víctimas de nuestra propia ignorancia.

Lo bueno de todo esto, es que Copia certificada, la nueva pelicula (y la primera realizada en Europa) de Abbas Kiarostami, roza y habita en los peligros antes señalados pero tiene la suficiente capacidad de admitir el error y de enmendar el rumbo a base de una simplicidad que ya no está en función de la presentación de una tesis a defender sino que se asume como parte del paisaje de referencias  y reflejos que la historia nos muestra con delicada y aparente sencillez.La argumento es el siguiente: Elle (Juliette Binoche) acude al lanzamiento de un libro realizado por James Miller (William Shimell) cuya premisa es la de afirmar que el arte contemporáneo no requiere ni exige la hipótesis de la “originalidad” como elemento definitivo al momento de definir la calidad de una obra estética. Elle, interesada tanto por su sugerente hipótesis como por una inminente actracción física, invita a Miller a un viaje fuera de la ciudad como excusa para impugnar la teoría descrita en su libro, proposición que da pie a una difuso recorrido de dos personas caminando en el atardecer de las calles de Toscana (Italia). Cuando esa deliberada aridez de argumento y el aparente desasosiego que embarga poco a poco a los personajes va adquiriendo mayor relevancia, entonces Juliette Binoche se muestra más bella en su neurosis y el proceso de descomposición de la parsimonia inicial del escritor se hace más evidente, aunque no menos extraña.

Así y todo, cabe preguntarse: ¿estamos ante un fallido intento de Kiarostami o en verdad presenciamos su nueva obra maestra? Esa dificultad en gran parte se debe que la temática que pretende asumir la pelicula es compleja in extremis. Es nada más y nada menos que el viejo tema del doble: lo otro que se reproduce de manera paralela como una imitación de la vida, la valoracion que adquiere la copia en detrimento de ese original, ejemplificada en la película a partir de la excusa del encuentro de dos personas (en apariencia casual), o más seriamente en la posibilidad de una profunda experiencia amorosa basada en un peligroso juego deliberadamente espontáneo de posturas falaces. Todo esto es resuelto con un grado de sencillez y reducción formal tal que provoca una sensación de incomodidad, de relato no resuelto, de desacuerdo entre el grado de sofisticación de la problemática expuesta tácitamente en la película, y la manera en que es desarrollada por los personajes: Exceso de exasperación en algunas situaciones, tranquilidad y poca verosimilitud en otras.Cuanto de eso es parte de un esfuerzo deliberado de Kiarostami, y cuanto un error de planteamiento, puede ser una pregunta legítima pero, a la larga, un tanto insulsa. Después de todo, la sensación que a uno le embarga al momento de salir de la función es que, aún en la más natural de las relaciones o en el más desasosegado de nuestros vínculos, siempre brotan fantasmas que adquieren formas patéticas o conmovedoras. Prueba de ello es el rostro de Elle maquillándose frente a un espejo, buscando ese estado que provoque la fascinación de James, esa gravedad que lo haga, de una vez por todas (sea ficción o realidad) permanecer junto ella, al menos por esa noche.

 

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