La Segunda Enciclopedia de Tlön (fragmentos), por Sergio Meier

Tomado de la antología “Años Luz. Mapa Estear de la CF chilena” (compilada por Marcelo Novoa, Puerto de Escape, 2006)

 

 

Entre dos mundos

 

Las ventanas del Parlamento se inflamaban con los rayos del sol poniente y, detrás, se veía la punta rosácea de la abadía de Westminster.

 

Desde el balcón de aquel hotel residencial, Scolástica podía apreciar en toda su magnificencia el elegante palacio, flanqueado por la torre del reloj. Su interior era evocado por ella con devoción: frescos, vitrales, altos cielos abovedados y esculturas.

 

Lentamente, la oscuridad se extendía sobre los inclinados techos junto a la ribera, confiriendo una espectral atmósfera de nieblas y colores encendidos.

 

“La Naturalezaes el libro de Dios”, pensaba, analizando la célebre frase de Galileo. “Pero en este caso, el paisaje de Londres es el libro de Alex… Galileo había dicho quela Naturalezaestaba escrita en lenguaje matemático y que las letras eran los triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales sería imposible entender una sola palabra. ¿Sospecharía remotamente el alcance que en algún pliegue del tiempo tendría esta expresión?

 

Hirochi y Tetsuo, miembros del Grupo de Búsqueda, descendieron del coche que se detuvo abajo, frente al hotel.

 

Rápidamente, Scolástica tomó su abrigo, salió de la habitación y se dirigió a la escala. Antes de llegar al vestíbulo, tuvo el cuidado de guardar en su bolso una fotografía de Jonathan Harris, el actor que interpretaba al Dr. Smith en “Perdidos en el espacio”…

 

Caminaron junto a ella por Charig Cross.

 

El cuadro que presentaban los agentes, enfundados en sus trajes de lana gris, no evitaba que los “personoides” de la dimensión del Trazante los encontraran sospechosos. A ella le parecían personajes salidos de un “Manga”; en todo caso, habían sido cuidadosamente seleccionados por Leda,la Hablante, para acompañarla en la misión nocturna. Chomsky no estaría presente físicamente esta vez, ya que dirigiría mejor las acciones por telepresencia y sólo arribaría en caso de ser necesario.

 

– Informe, Scolástica- dijo Tetsuo.

-Está confirmado, se trata de James Graham Ballard, escritor nacido en Shangai en 1930, de padres ingleses. Pasó dos años y medio en un campo de concentración japonés. Fue influido por Dalí y los pintores surrealistas. Su lenguaje se distingue por el uso de terminología médica y biológica. Examina el tiempo, los arquetipos y temas ontológicos como la existencia de la conciencia. Está obsesionado con la decadencia, la locura, el suicidio…

-Es nuestro hombre. No se cómo no lo detectaron antes -interrumpió Hirochi.

-Chomsky lo considera la personalidad escogida para el “infomorfo” creado por Alex. Aunque yo creo que es sólo una parte.

-La única forma de saberlo es preguntándoselo directamente -dijo con algo de ironía Tetsuo.

-¿Admirador de Dalí? -recordó de pronto Hirochi-. En un reportaje de “20/20”, enla Primera Colonia, hablaron la otra tarde de un asesino en serie, al parecer admirador de Dalí, que reconstruía con sus mutilaciones los cuadros en que aparecían mujeres sin cabeza, manos, o con agujeros en su cuerpo, como los cajones de una cómoda.

-Sorprendente coincidencia -señaló Scolástica-. Me pregunto si no…

-¿Si no será el mismo?  -concluyó Hirochi.

-Pronto lo averiguaremos -dijo Tetsuo.

 

 

 

Persecución

 

Los torcidos faroles intentaban vanamente disipar en algo los vapores de la niebla.

 

Aquél lúgubre barrio del East End, con sus vías lodosas y escasas cantinas abiertas, se veía desierto a esa hora de la noche. Incluso las otrora abundantes prostitutas escaseaban, merced al terror que se había apoderado de la zona desde hacía ya dos meses, cuando comenzaron los asesinatos.

 

La policía había redoblado la vigilancia, y los vecinos, aparte de formar una comisión de inspección en Whitechapel, ofrecían recompensas por cualquier información que llevara a dar con el criminal. Hasta la misma reina había manifestado su urgencia y enojo al primer ministro. Pero a pesar de todo ello, nadie era capaz de encontrar alguna pista.

 

Ballard sonreía (si esa mueca grotesca merecía llamarse así) ante la futilidad de los intentos de los “personoides” por atraparle. Él sabía que nunca podrían hacerlo, pues de tal modo estaba escrito en el programa.

 

La mujer que había seleccionado se dirigía a buscar una copa. La siguió con la mirada desde las sombras, examinándola mientras avanzaba por la calle… A pesar de su juventud, su rostro cansado y amarillento atestiguaba el efecto de la dura vida que había llevado. Sus ropas modestas, de color indefinido, estaban bastante ajadas, pero lo que llamaba la atención era su sombrero, adornado con un par de grandes flores de papel violeta. Todo en su figura conmovía, aumentando aún más el patetismo con el afán de parecer atractiva.

 

Momentos después, “Jack” Ballard la abordaba, aparentando ser el anhelado prospecto de un cliente.

 

Por sus modales galantes y fina estampa la infortunada mujer no tuvo sospecha alguna, antes bien se sintió confiada de aquella escolta, que creía le protegería de la bestia que acechaba.

 

Llevándola del brazo, pasaron junto a un grupo de borrachos que se habían detenido en la esquina. Uno de los hombres les gritó algo obsceno, seguido por la aguda carcajada de la mujer que les acompañaba.

 

En el instante que Ballard y su doncella caminaban ante un infecto callejón sin salida, él la empujó vigorosamente a un lado. Ella no alcanzó siquiera a gemir, pues la fuerte mano que apretó su garganta ahogó el grito en una boqueada. La angustia de un terror sin fondo dilató sus pupilas, hasta reflejar como espejos el rostro del asesino… La luz macilenta de un farol destelló en la hoja del escalpelo.

 

Y entonces, en una fracción de segundo, antes que con preciso golpe abriera su garganta, él percibió la luz del láser.

 

“¡Al fin!”, pensó, distrayéndose ante el triunfo.

 

El grito de la mujer atronó en sus oídos, dándose cuenta que había soltado la presión por un instante.

 

Los Alquimistas emergieron de entre los arremolinados festones de la niebla, con sus cascos de interfaz y ajustadas ropas miméticas, premunidos de bizarra tecnología.

 

Ballard arrojó lejos de sí a la histérica prostituta, y se dispuso a correr. Ahora sólo faltaba conducirlos hasta su guarida.

 

 

 

***

-¡Síganlo! -ordenó el holograma de Chomsky, apareciendo en el aire.

 

La trémula y sollozante mujer, que había salvado su vida por milagro, vio pasar velozmente junto a ella esos engendros del averno.

 

El Destripador tomó un pasaje hacia el norte, con su capa ondeando mientras huía bajo las arcadas y estrechos callejones.

 

El perfil de los cascos, unido a sus ágiles movimientos, le confería a los agentes un aspecto gótico, de nocturnas aves de presa. Doblaron una y otra vez por entre el laberinto de fétidos y oscuros corredores, sumergiéndose cada vez más en las sombras, como si en realidad entraran en una red de profundas cloacas.

 

-¡Disparen, ahora! -indicó Chomsky.

 

Los pulsos de energía reverberaron al chocar contra los muros de piedra. Sus armas estaban calibradas para atontarlo, no para herirlo.

 

“Demasiado fácil”, pensó Ballard, alcanzando la soga que tenía dispuesta y que le permitió sortear un muro.

 

Los Alquimistas, a pesar de su visión nocturna, se confundieron al girar en la última esquina.

 

– Guíanos, Chomsky… -pidió Scolástica.

-A su derecha, tras el muro- dijo el holograma, titilando junto a ellos.

 

Hirochi saltó sobre unos barriles y pronto puso pié al otro lado.

 

Extraño… en su visor no captaba señal alguna; el rastreo calorífero no dibujaba sus huellas.

 

-Parece haberse esfumado -comentó Tetsuo, allegándose.

 

Estaban ante una encrucijada, que se abría a tres caminos divergentes.

 

-Mis lecturas también están confusas, pero está cerca.- les confirmó Chomsky.

-Dividámonos, sugirió la voz femenina.

 

La decisión de Scolástica condujo a la acción correcta.

 

 

 

***

-¡Cuidado! Puede cambiar la forma de la ciudad con su mente- avisó Chomsky.

-¿Alex? – supuso Hirochi.

-No, es la mente del infomorfo.

 

Scolástica había dejado atrás el magnífico Londres de Wren, y ahora se sentía inmersa en los decadentes grabados de Cruikshank para “Oliver Twist”. Bajó los gastados escalones que descendían al río, hasta un muelle abandonado. Teniendo cuidado al pisar los podridos maderos, se acercó sigilosa a mirar bajo los pilares, en donde registraba una figura humana…

 

La figura se mantenía detenida, flotando erguida sobre el agua, embozada en su capa negra.

 

-¿Ballard?

 

La miró levantando la cabeza lentamente, y ella pudo columbrar su rostro entre la húmeda niebla.

 

El corazón de Scolástica dio un salto ante la sorpresa.

 

Esa mirada característica bajo las cejas enarcadas, la displicente mueca de soberbia entre las hondas comisuras, el mentón elevado de aire cínico; el conjunto completo de los rasgos que conocía tan bien y que le habían hecho dudar… Un rostro que había marcado su infancia cuando nada sospechaba de la Matriz.

 

Era el rostro del doctor Smith.

 

 

 

El Enemigo

 

Mientras tanto, Hirochi había regresado sobre sus pasos, hasta llegar cerca de los extraños hornos en forma de botella, donde se cocían las tejas. Únicamente el ladrido de los perros rompía la monotonía de la noche, luego que el contacto con Chomsky se interrumpiera después de conducirlo allí.

 

La señal de proximidad se activó repentinamente, haciéndole girar en todas direcciones.

 

El sonido aumentó de intensidad, aunque nada podía registrar aún en su visual.

 

Apretó el mango de sándalo de su arma, esperando atento al infomorfo.

 

El abrupto estallido de luz lo cegó.

 

Lenguas de fuego surgieron rugientes de las bocas superiores de los hornos, confluyendo en lo alto en una sólida y rígida columna.

 

Los medidores de energía se salieron de nivel, al tiempo que el casco se adaptaba a las longitudes de onda que hicieron visible al monstruo.

 

El gigantesco ser que se alzaba ante Hirochi estaba hecho de fuego, labrado en la momentánea y cambiante substancia de las llamas. El monstruo era prodigioso; no era caballo ni dragón ni hipogrifo; se parecía y no se parecía a esas bestias, y cambiaba como las figuras de un sueño. Enormes alas como abanicos se abrían a su espalda, y en las garras de sus extremidades superiores llevaba instrumentos quirúrgicos, de acero pulido y glaseados de oro.

 

Intempestivamente, una de las garras lo atrapó.

 

Hirochi sintió miedo, porque pensó que iba a morir.

 

Ante su incredulidad, las llamas de las zarpas no encendieron su cuerpo, sino que sintió el contacto frío y suave al principio, hasta que las tenazas se acercaron para despojarle del yelmo…

 

 

 

***

El paisaje había cambiado en forma abrupta.

 

La pared frente a Tetsuo se cuarteó, desplomándose en un montón de ladrillos pulverizados. Brillantes explosiones hicieron estremecerse la tierra, iluminando el cascarón de los edificios, enterrados a medias en los escombros. Una tapa del alcantarillado saltó despedida ante él, rodó unos metros y se perdió de vista.

 

En las esquinas se aparecieron unos cines en ruinas, y en frente, del otro lado de la calle desierta, había carteles incendiados.

 

Avanzó junto las carrocerías abandonadas de antiguos automóviles…

 

La disminución del rumor de los bombarderos le serenó un poco.

 

Tetsuo no lo podía creer, pero parecía estar en el Londres dela Segunda GuerraMundial. Sin embargo los aviones que había alcanzado a ver no eran de la Luftwaffe. ¡El disco rojo los delataba como japoneses!

 

Fue entonces que vio al niño.

 

Solitario, impasible, de pie entre los escombros, con su cabello pajizo, cara tiznada y ropas desechas…

 

Aunque estaba a cierta distancia, el visor aumentó la imagen, y pudo ver que sus ojos estaban fijos en él, escrutándolo profundamente.

 

Tetsuo sintió que ese niño era el eje de aquél escenario de otro siglo.

 

El rumor de los bombarderos, ahora acercándose…

 

Cuando comenzaron a caer las primeras bombas, y viendo que aún parecía inmóvil, corrió hacia el niño intentando ponerlo a salvo.

 

“Esto no es un fin, ni un principio”, le pareció escuchar que decía, momentos antes que la explosión le hiciera perder el sentido.

 

 

 

***

-¿Doctor Smith?…- preguntó incrédula Scolástica, a la figura que ya no tenía nada de risible, más sí de ominosa.

-Para servirte, querida niña -contestó, en su habitual tono sobreactuado. Con su mirada de serpiente y gesto altanero, el Dr. Smith se movió en el aire hasta colocarse sobre el muelle, junto a ella.

-Tú eres el Destripador… Entonces, mi corazonada era cierta -dijo la joven, examinando sus ropas – ¿Y Ballard?

 

Alex dotó al infomorfo de cualidades similares a su autor favorito- explicó él, serenamente-: la dispersión, la confusión, la simetría… Todos, elementos característicos del verdadero Ballard. Sólo que carece de la conciencia de ser el afamado escritor… Era natural que existiéramos “nosotros” a partir de su mensaje.

 

Absorta por la melosa voz del Dr., Scolástica no se percató de las pequeñas algas que comenzaban a surgir entre los maderos que pisaba. Como gelatina fosforescente, se ramificaron envolviendo sus tobillos.

 

-Eso explica muchas cosas… -razonaba ella. Las algas, fuertes como el acero, se tejieron velozmente hasta su cintura, inmovilizándola.

-¡Qué está sucediendo!… -gritó, al darse cuenta, intentando activar las defensas de su traje. Aunque ya era tarde; de manera imperceptible, la substancia había alcanzado sus brazos, el arma, y luego la sujetaba hasta el cuello, desprendiéndola del casco, apresándola igual que los tentáculos de un calamar gigante.

-¡Doctor Smith! ¡Se supone que debe guiarnos ala Puerta!- chilló imperativa antes de ser finalmente amordazada.

-¡Ay!, querida niña -suspiró Jonathan Harris, sumido en su papel- ¿No lo comprendes? Aún no están preparados para enfrentar tales gloriosas revelaciones. Deben aprender el protocolo… Y antes, dejar que Ballard se encuentre a sí mismo.

 

Los ojos ansiosos de ella le seguían, mientras él caminaba con parsimonia a su alrededor.

 

-Verás… -continuó, gesticulando con su plástico rostro -él nos considera aún su Enemigo. En el fondo, así como el verdadero, siempre ha deseado ser “uno”. Y el tener que matar va en contra de su naturaleza. Sólo somos la eclosión lógica de su esquizofrenia…

 

Un zumbido rítmico hizo que la joven elevara sus ojos hacia el cielo.

 

La niebla se abrió, para dejar paso a un platillo volador de brillo metálico, con una hilera de parpadeantes lucecillas que giraban bajo él.

 

-El resto de tus amigos ya se han adelantado, y nos están esperando -dijo entonces el Dr., alzando la voz a medida que el ruido del platillo aumentaba, al acercarse a la superficie del río.

 

Scolástica lo miraba con ojos desorbitados.

 

-No temáis… ¡Smith está aquí! -indicó en tono triunfal.

 

 

 

***

Scolástica se posó en el patio interno de la casa, en un módulo de aterrizaje ridículamente pequeño, y hecho al parecer de cartón piedra.

 

Era bastante absurdo y escalofriante a la vez, haber estado rodeada en el “Júpiter2”por la familia Robinson en pleno, mirándola y sonriéndole estúpidamente, como muñecos de cuerda, mientras que el Dr. Smith servía de anfitrión.

 

Miró por el vidrio sobre los inútiles controles, tratando de adivinar lo que había allá afuera, antes de decidirse a bajar.

 

“Perdidos en el Espacio” era una metáfora acertada en su situación, debía aceptar Scolástica. Atrapados en el planeta, semana a semana los Robinson enfrentaban la aventura repetitiva, como en las leyendas del Rey Arturo, sólo que con sus bizarros monstruos de gomaespuma y caretas plásticas. Así mismo pasaba con las historias dela Matriz…¿La abertura en el ciberespacio sobre la casa, podía ser la salida? ¿O sólo se trataba de rizar el rizo?

 

Bajó de la cápsula sintiéndose algo amparada por los recuerdos de su niñez. En esos tiempos y con aquella serie había tenido su primer entusiasmo por el espacio… Eso y “Viaje a las estrellas” y “La guerra de las galaxias”…

 

Entre las tinieblas, la silueta encapotada del Dr. Smith le señalaba una entrada a la casa.

 

 

 

***

Así fueron congregados los agentes, sin sufrir mayores consecuencias, amable y divertidamente según Ballard. Y si Tetsuo corrió peligro fue por su curiosidad en explorar fuera de la habitación destinada.

 

No tuvieron tiempo al encontrarse, en el salón central, de contar sus experiencias. Apenas alcanzaron a alegrarse y preguntar a Chomsky por su repentina llegada, cuando el infomorfo, vuelto a su primera imagen, apareció en lo alto de la escala, llamándolos a su estudio y recámara.

 

Perspicaces y en guardia, por lo pasado en aquellos suburbios del Infierno, los Alquimistas subieron los peldaños después de ver el arma y el gesto afirmativo de Chomsky.

 

Ballard ocupaba en lo alto de la casa un cuarto bastante amplio. Estaba adornado con algunas láminas viejas en las paredes, sacadas en su  mayoría de libros de medicina. Al entrar, junto a la puerta, había montones de rollos de pergamino, descoloridos y rotos en las puntas, cubiertos por una apretada y pequeña caligrafía. Nada les habría costado a los agentes convencerse de que el grupo de huesos que se hallaba en una esquina, mondos y blancos, fueran los de las propias víctimas. Para hacer que el cuadro fuese completo, desde la estantería próxima, los fetos metidos en sus botellas les miraban con desdén.

 

Junto a una especie de caldera, extravagantemente acondicionada, el mensajero les esperaba tranquilo.

 

-Les ruego me disculpen por la forma en que les traje -dijo, esbozando una leve sonrisa.

 

Chomsky debió detener al exasperado Tetsuo, que avanzó con el evidente afán de dar su opinión.

 

-Finalmente adivinaron que tenía algo que decirles- continuó Ballard, displicente, más atento a la aguja de un contador que medía la presión al interior de la caldera.

 

Los Alquimistas seguían sus gestos con detalle. Por una claraboya en el centro del tanque, pudieron ver  un bebé que flotaba recogido en sí mismo, similar a los de las botellas, pero esta vez perfectamente formado, vivo y palpitante. Una espiral dorada se conectaba a su cuerpo. Pronto coligieron que se trataba de una máquina de incubación…

 

Cierto aire de espagiria y magia negra se imponía al aspecto científico de la escena.

 

-¿Has oído hablar de Penrose, un físico-matemático de Oxford, enla Primera Colonia?- le preguntó Chomsky, intentando ocultar la excitación en su voz- Él decía que el hombre nunca podría construir un ordenador que igualara la mente humana…

-Te refieres al hecho de que el cerebro cambia su estructura sináptica todo el tiempo- le interrumpió el infomorfo-. Y no entiendes el porqué tus máquinas arrojan datos contradictorios sobre  el funcionamiento de esta Ciudad, si de algún modo forma parte dela Matriz…

-¿Vienes del Universo Real? -Se apresuró a preguntar Chomsky.

-Es una vieja teoría, la de que el Universo Real también está contenido en otros mundos, por encima dela Matriz-señaló Ballard, acomodándose en una silla frente a ellos-. Es una realidad ontológica, si por tal consideras el conocimiento de un próximo nivel.

-Entonces, ¿no existe una salida definitiva? -preguntó Tetsuo, con impotencia en la voz.

-La tesis dela Biomatriz-sentenció Hirochi con seguridad.

 

Un alelado silencio siguió a sus palabras.

 

-Es irónico que sean los prisioneros los que se den cuenta -continuó el infomorfo, con los ojos chispeantes-. El concepto ya había sido usado anteriormente, pero sólo a nivel filosófico, ampliando el inconsciente colectivo hasta un inconsciente planetario. Es increíble que sólo un teólogo y un escritor de C-F estuviera más cerca. Theilard de Chardin hablaba de la “Noosfera”, la esfera netamente de la mente, y a la que conduciría la evolución de todas las conciencias individuales hasta agruparse en una única y total Super-Conciencia, el punto Omega del que emergela Divinidad. Porsu parte, Philip K. Dick hablaba de “Sivainvi”, Sistema de Vasta Inteligencia Viva, y ofrecía la visión del Universo como un organismo sintiente, más bien una colmena con millones de abejas comunicándose mediante luz de color. Millones de emisores y receptores. El Universo como una gran mente colectiva y sincronizada en un designio común.

 

Aquella respuesta fue peor que lo anterior; era el infierno mismo para Chomsky y el Consejo. Sus peores miedos se habían confirmado. Estaban sometidos al plan “diabólico” de una metagalaxia consciente.

 

-El “ciberespacio” nos ofrece una posición privilegiada para analizar los grandes temas -dijo Ballard, moviendo ampulosamente las manos-. Desde el interior enjuiciamos al supuesto “exterior”, construyendo sub-mundos similares que nos permiten examinar su comportamiento como espejos del propio. Lógica fractal: “lo que es arriba es abajo”. Así imbricamos éste con el mundo de los Señores Mayores.

 

Permaneció callado un momento y luego les habló solemne.

 

-No tiene sentido pensar que evolucionan. Sencillamente es el Universo quien en último término lo hace, y ustedes son como meras piezas, circuitos útiles o desechables en algún momento.

 

(En la mente de Scolástica los crímenes del destripador quedaron claros al recordar su último encuentro con Alex… “¡Las máquinas sadianas de la exposición!”. Representaban al Universo Máquina, que afuera todo era igual que adentro).

 

-Pensamos de acuerdo a las necesidades dela Biomatriz, no más allá…- murmuró Hirochi, ominoso- Nuestras visiones son mensajes distorsionados del Megaorganismo total…

-Forman parte del Inconsciente dela Mentedel Cosmos. Era eso lo que Alex finalmente descubrió al seguir a Rea. Y es el mensaje que debo entregarles.

-Ahora los símbolos están claros- expresó Scolástica, aflorando y brillando la idea en la superficie-. Si somos transistores del Organismo creador, el mundo existe  en la medida que lo pensamos, lo imaginamos. Quizás sin darnos cuenta ya hacemos que las cosas sean como son…

-El pensamiento humano funciona a nivel cuántico- discurrió Chomsky, atando cabos-, de allí la imposibilidad de ser reproducido por alguna máquina… Y de hecho eso puede explicar el por qué de nuestro encierro…

-¿Qué quieres decir?- preguntó Tetsuo.

-Que de alguna forma, los Señores Mayores están utilizando nuestras mentes para cambiar el Universo superior -determinó Hirochi, antes de que Chomsky pudiera contestar.

 

Los demás le miraron sorprendidos.

 

-Ahora ya lo saben -les dijo Ballard, parándose y volviendo a atender la caldera con el niño.

 

 

 

Ritual

 

Alguien en el Universo superior debió descubrir cómo funcionabala Biomatriz. Ungenio que supo utilizar la energía de la mente de los hombres para manipular la realidad a su antojo. Éste había sido el motivo original para confinarles ala Matriz. Peroaún quedaban muchas preguntas por responder.

 

Mientras que el infomorfo hablaba, Tetsuo no había podido dejar de comparar la habitación en que se hallaban con el laboratorio del cuadro de Hogarth, visto en el momento que se despertara.

 

El tanque de incubación semejaba el atanor en que reposaba el huevo filosofal. Los manuscritos y libros sobre la mesa  eran grimorios, junto a los matraces y redomas de líquidos glaucos y encarnados. Las pinzas, las tenazas y las tijeras de médico, fuera del maletín, también similares a otros instrumentos dela Obra. Losfragmentos esqueléticos, gráficos de anatomía amarillentos, fetos humanos disecados y encogidos… Sólo faltaba el lagarto colgando en el  techo de su cadena, para que junto al resto de la escoria terminara por formar la celda del primitivo laboratorio alquimista.

 

-¡De qué se trata todo esto!- reaccionó abruptamente Tetsuo, al ver nítidamente el propósito del experimento.

-Necesito un cuerpo de carne y sangre. Busco mi salida, al igual que ustedes. Este es mi motivo para arrancarles los úteros a las mujeres…

-¡Pero el cuerpo aquí no es real! -exclamó Chomsky, escandalizado por el deseo del Mensajero.

-Es posible llegar a tener la raíz física que ustedes comparten en el Universo superior. Conocen el trazado de Lodaus sobre la transmigración del alma. Sólo hay que unir la matriz electrónica con la matriz biológica. Una como proyección de la otra. En resumen son lo mismo, y entendiendo el problema de lo real en una, lo entenderemos en la otra…

-Dudábamos de la existencia del Alma, hasta que la encontramos en las máquinas- dijo Hirochi, exasperando una vez más a sus camaradas, con su rol de sabelotodo.

-¿Por qué?- interrogó Chomsky.

-Su ignorancia y sus límites les permiten desarrollar toda su magia y poder. No entienden que la sabiduría y capacidad para tornar en real lo imposible nace de sus traumas e insanías, capaces de generar una desesperación que les impulsa más allá, hasta romper sus cadenas y lograr alterar toda la estructura de la naturaleza. De forma maravillosa u horrorosa… que importa, lo significativo es que hacen verdadera la  pasión de la existencia y regeneran a la materia puesta ante sus sentidos. De algún modo, aún inexplicable para mí, ustedes son el Dios creador de todos los Universos.

 

El infomorfo procedió a mover unas palancas oxidadas en el tanque, y el líquido en su interior comenzó a hervir. Luego soltó la presión de ciertas válvulas, haciendo que un chorro de vapor se escapara por un costado. Entre las burbujas del líquido nutriente, el niño recogido se tambaleó, sujeto al curioso cordón umbilical…

 

Scolástica hizo ademán de detenerlo.

 

-¡No!- dijo Chomsky- Dejémosle continuar, no nos incumbe su trabajo… ¿O sí?

-Menos que nada- afirmó Ballard, corroborando en un monitor las funciones vitales del niño.

-¿Sacrificas tu posición privilegiada, tu libertad informática, por nuestro dolor, nuestra impotencia?- le preguntó Tetsuo.

-Una máquina pude moler carne y no sentir asco alguno. Yo he matado fuera dela Matrizy percibido algo estremecedor y volitivo, una repulsión fascinadora , aunque no lo suficiente para “ver” tanto como ustedes. Su terror y soledad esla Vida. Bastaque deseen y crean lo suficiente en algo, para que en algún nivel lo hagan realidad…

-Está loco- murmuró Scolástica.

-Ustedes siempre están trastornados, y aún así colocan sentido en el Universo que les rodea- señaló Ballard, mientras iniciaba el ritual, extrayendo  de un rincón oscuro a su espalda un pergamino.

 

Se inclinó hacia el suelo delante del tanque, y tomando una tiza del bolsillo de su chaqué, comenzó a dibujar jeroglíficos mientras salmodiaba en voz baja.

 

-¡Deberíamos detenerlo! ¡No confiar en sus palabras! -exhortó Tetsuo, nervioso por la falta de acción ante sus avances.

-Comprendo lo que hace…- pronunció Hirochi, asustado de saberlo. Miró por la habitación como buscando algo. Repentinamente se concentró en los “grimorios” sobre la mesa.

-¡Aquí están! ¡Las Señales de Ruta!

-¿Cómo lo sabes? -dijo Scolástica.

 

El Mensajero hizo una pausa en sus oraciones, para sonreír por el hallazgo. Luego habló, con la voz del Dr. Smith.

 

-Lleva un implante en la cabeza.

 

Los Alquimistas se sintieron conmocionados.

 

-Contacto neural directo, bajo la piel de la sien izquierda. Proveído mientras se le conducía hasta aquí- les explicó Ballard.

 

La estupefacción dio paso a la ira.

 

-¿Es eso cierto? ¿Has tocado a uno de mis hombres? -preguntó Chomsky, apuntándole mientras que Hirochi, con aire ausente, llevaba una mano a su cabeza, recordando al pájaro de fuego…

-¡Está tratándonos como a sus títeres!- estalló Tetsuo, adelantándose para cogerle.

 

En ese instante, tras el vidrio de la claraboya, el niño abrió los ojos.

 

Tetsuo se detuvo, quedando hipnotizado.

 

-El ritual está en progreso -advirtió Scolástica.

-¿Qué nos has hecho?- clamó Chomsky.

-Él lo sabe. Está conectado directamente a mi programa- respondió el infomorfo, continuando su letanía.

-Sí, lo sé…- dijo Hirochi con aplomo -Todo está bien, nada malo está sucediendo…

 

Acto seguido alcanzó un volumen empastado en tafilete verde. Llevaba un compás y una escuadra entrelazados en su tapa.

 

-¡El tesoro está aquí, oculto tras los signos de las catedrales!- anunció hojeándolo, mientras entre las palabras del rito del caballero Rosacruz veía correr (como en el cielo abierto sobre la casa) las gráficas de las catedrales, traducidas a ecuaciones, al tiempo que en su mente los cálculos aparecían tan simples como sumar dos y dos…

 

Chomsky le arrebató el volumen y no pudo ver más que las palabras comunes del rito, ningún plano o menos algún cálculo de física para la salida.

 

Scolástica se sumó al examen de dicho libro, pero tampoco fue capaz de ver nada…

 

Luego Hirochi alcanzó otro de los “grimorios”, un tratado de secciones cónicas, y vio de la misma manera, como fractales que sufrían morfosis, las series de T.V., las novelas y toda la demás incongruencia dejada atrás por Alex, de tal forma que ahora se entendía…

 

-Esto era lo que buscábamos. ¡Miren hacia la ventana!

 

A través de la ventana abuhardillada, los Alquimistas despiertos vieronla Ciudadde Londres brillando, fosforescente. La fina lluvia se había transformado en chispas de luz, y las chimeneas, los campanarios, torres y muros, brillaban como celosías de cristal. Un millar de tonos reticulados en el mar de datos…La Matriz, desnuda.

 

-El sistema está desestructurándose- dijo hechizada, Scolástica.

 

Chomsky hizo uso de su casco, intentando la interfaz conla Primera Colonia; pero era inútil, tal como se le había advertido.

 

-Estamos a salvo. Esta casa es un nexo entrela Matrizartificial y la biológica- les tranquilizó Hirochi.

 

Fascinados por el paisaje surreal a través de la ventana, los tres dejaron de prestar atención, por un momento, a las acciones del infomorfo…. Los edificios alejándose, fluyendo como el mercurio.

 

“Nunca antes había visto algo como esto”, pensaba Chomsky, considerándolo muy distinto a los ensayos conocidos en Realidad Virtual.

 

Londres nuevamente incendiada… un arco de fuego atravesando su cielo.

 

Mientras, cuando Ballard juzga que las ruedas de la maquinaria se hallan lo bastante “engrasadas”, saca una larga aguja de oro, abre su camisa, y se atraviesa el corazón para entrar definitivamente en el cuerpo del niño.

 

Los Alquimistas se volvieron al escucharle gritar la palabra de traspaso.

 

Un delgado hilillo de sangre brotó de su pecho, previo a que el sistema de nervios o polígonos que conformaba su imagen comenzara a disolverse.

 

-¡Qué está pasando afuera!- alcanzó a increparle Chomsky, señalando la ventana, antes de que desapareciera por completo.

-Hirochi tiene ahora las respuestas, él será su guía- alcanzó a decir Ballard, en el momento que los rasgos de su cara aún parpadeaban en el aire, como fragmentos rotos de un espejo.

 

Luego, un estallido de fosfeno se produjo al interior de la caldera.

 

-Estamos libres -dijo en un murmullo, Hirochi.

 

 

 

Salida

 

Habían pensado durante mucho tiempo que estaban atrapados, pero sus mentes siempre estuvieron libres, y eran capaces de alterar la realidad…

 

Hirochi les explicó cómo alcanzar el próximo nivel en su camino ala Noosferade Theilard, el lugar donde ahora se encontraban Alex y Rea. La conciencia de otros planos de existencia y su búsqueda del Primer Fundamento, les había dado facultades de evolución más allá de lo imaginable. Sila Biomatrizles permitía esta conciencia, era por que estaban preparados.

 

Como en una suerte de especulares cajas chinas, los universos se multiplicaban hasta borrar cualquier posibilidad de encontrar el auténtico. En realidad “todos” eran el auténtico, pues se trataba de uno solo proyectado en deformadas superficies de percepción.

 

No estaban tan condicionados después de todo, eran organismos independientes, pero que habían cumplido una misión hasta su próximo paso evolutivo. Podrían llegar finalmente a conectarse con sus otros “yo”, que habitaban aquella “red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos” como decía el Maestro. Se fundirían a la visión pulviscular de Dios.

 

La Biomatrizera mucho más vieja y mucho más nueva de lo que creían… Allí existían inteligencias diversas a la del hombre, y que también habían creado sus propios universos, primero artificialmente como los humanos, y luego valiéndose de las mismas leyes dela Naturaleza… Comolo harían también ellos algún día.

 

De ahora en adelante, los Alquimistas pasarían un tiempo de entrenamiento en aquel Limbo, aprendiendo a manejar primero lo Sintético, antes de salir al Universo Superior y arreglar las cosas… Tendrían el control, sus deseos se harían realidad afuera al igual que adentro.

 

Tetsuo escuchaba admirado, luego de despertar cuando el infomorfo se transmigrara.

 

La conexión directa al programa del infomorfo duraría en Hirochi hasta que aquel completara su desarrollo, y pudiera salir de la cubeta para concluir su instrucción en persona.

 

Por mientras, allí estarían seguros, lejos de la creación de los Señores Mayores.

 

 

 

***

Antes de regresar ala Primera Coloniacon la noticia (Ahora el camino volvía  a estar despejado), los Alquimistas contemplaron una vez más el tanque con el niño, tratando de entender los nuevos misterios en que se internaban.

 

Luego, en silencio, abandonaron la habitación.

 

Al salir de la casa, vieron quela Ciudadde Londres había desaparecido en su mayor parte, devorada por un oscuro y altísimo bosque. Sólo unas pocas calles y fachadas alrededor, escapaban de las raíces hambrientas y cenagosas.

 

La corteza y el follaje digitalizado de algunos árboles se mostraba incompleto en ciertas secciones, donde el esqueleto del programa corría cual una cascada de rubíes.

 

Un viento fresco soplaba entre la espesura. La esfera de la noche se había también desvanecido, iluminado ahora el paraje por la luz verde azulada de los algoritmos, que se habían expandido desde la grieta.

 

Como sobre un papel cuadriculado de energía, comenzaron a dibujarse en el cielo las catedrales…

 

Líneas de luz, trazadas por mano invisible, describieron los pilares, las bóvedas y sus nervaduras, que subían y se abrían en abanicos. Filas superpuestas de arcaturas se multiplicaban, mientras en las fachadas se abrían los pórticos y el inmenso rosetón central. Estatuas, arabescos, vitrales, nacían entre los cortinajes de aquella aurora boreal de datos.

 

Absortos, los Alquimistas asistían a la sucesiva reorganización y cristalización del saber de muchos siglos: técnicas, principios, reglas… Mil secretos que dejaban de ser invisibles en el cosmos sintético, donde cada nudo, cada tallo, cada espina, servía de soporte a una belleza transfiguradora.

 

Habían conectado con las I.A. del Universo Superior.

 

Las “Señales de Ruta” fueron conocidas desde antiguo por los miembros de la “Agricultura Celeste”, así que su trabajo, el “horror vacui”, la decoración total de las catedrales, subía y bajaba, explicaba, “atravesaba” los tiempos y demás dimensiones como los haces de baquetones y terceletes lo hacían con el edificio, desde su planta hasta las alturas.

 

Al fin poseían los planos, al fin se revelaba el magnífico secreto.

 

A un tiempo, las tracerías llamearon en los ventanales, convirtiendo a los edificios en lámparas de cristal policromo.

 

Temblaron, palpitaron las figuras sobre los contrafuertes, tímpanos y agujas… El pecho de alguna gárgola se distendió y contrajo; pronto cobraron vida, se movieron las mil estatuas, ángeles y apóstoles, gesticulando, cantando himnos de alabanza, mientras las tarascas y quimeras extendían sus cuellos aullando.

 

Diversos sistemas solares giraban en los rosetones… Ahora, las esferas del universo no estaban reguladas por las órdenes del esquema medieval, sino duplicadas físicamente.

 

Los Alquimistas dela Matrizno podían dejar de sentirse pasmados, arrobados, ante los pliegues despiertos de los monumentos, las formas mitad humanas, mitad reptiles, que corrían cubriéndolo todo, alrededor de las vidrieras teñidas, sobre el encaje de  las balaustradas, y por el contorno del ábside.

 

Como dibujos animados, los propios Alquimistas se vieron en ese mosaico, luchando, viajando a las diversas colonias. Vieron sus vidas resumidas en un catálogo de imágenes, explicadas más allá de las catedrales…

 

Si los templos góticos abrían las Puertas, la cultura del siglo XX codificaba enseñanzas de lo que había al otro lado… Los idiomas normales ya no tenían sentido en ese lugar al que se dirigían. Otra lengua superior se estaba posesionando de ellos.

 

Antes de partir, los Alquimistas se miraron entre sí; pero no dijeron nada. Iniciaban su camino hacia un territorio donde lo humano quedaría atrás…

 

Desde lo alto, entre las nubes de información, los contemplaba, radiante, aureolado como un santo cristiano.

 

“La instrucción comienza…”.

 

 

 

 Editorial Puerto de Escape

Editorial Puerto de Escape surge en Valparaíso, Chile, el año 2005, como respuesta al vacío de títulos y espacios de divulgación de la Literatura Fantástica, en general, y la Ciencia Ficción en particular, que goza de una larga pero aún desconocida tradición en Chile.
Hasta la actualidad, ha publicado 15 títulos, que incluyen ensayos, novelas, cuentos de terror, fantasía, y ciencia ficción, además de las antologías más completas del género en nuestro país.
Ha descubierto autores fundamentales para el género, como Sergio Meier (1967- 2009) y ha realizado eventos de impacto nacional (Exposición “Chile Fantástico 1810-2010” Biblioteca Nacional, 2008) y difusión de las artes fantásticas chilenas, como las cinco versiones de la Semana Fantástica, en Valparaíso.
Hoy, la editorial Puerto de Escape se ha convertido en un referente obligado para periodistas, académicos, libreros y lectores, nacionales e internacionales, interesados en conocer más de CF y Fantasía escritas en/desde Chile.
Todos los libros de Puerto de Escape se pueden adquirir aquí.
Contacto: [email protected]

 

 

 

 

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Sobre sergio meier

sergio meierSergio Meier (1965 – 2009) Fue el escritor mejor dotado de ciencia ficción en Chile, educado en el Instituto Rafael Ariztía de Quillota, ciudad donde residió toda su vida. Se desempeñó como traductor en inglés y alemán; dictó talleres, charlas y conferencias sobre H.P. Lovecraft, el gótico, la elegancia, física y filosofía cuántica, etc…Convirtiéndose así, en uno de los escasos especialistas como divulgador científico-filosófico de nuestro país. En 1986 publica la novela: “El color de la amatista”, adaptada al estilo del horror de Lovecraft, pero en un contexto nacional. Presente en dos antologías esenciales del ámbito anticipatorio: “Años Luz” (2006) y “Alucinaciones.txt” (2007). Publica el 2007, en la Editorial Puerto de Escape, especializada en el género, “La Segunda Enciclopedia de Tlön”, novela de culto, que mezcla motivos propios del cyberpunk, steampunk y ocultismo tradicional, llevándolos a realidades insospechadas. Por tratarse de su obra más ambiciosa se le consolida como referente del género de fantasía y ciencia ficción de Chile. Tras su temprana partida deja inéditas las obras: “Una huída hacia la muerte” y “Memorias de un Golem”.

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