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Fragmentos_thumb
En la mayoría de los casos en el lenguaje ordinario se usa la palabra “conciencia” como un equivalente de la palabra “inteligencia”, en el sentido de actividad de la mente.
En realidad, la conciencia es una especie muy particular de “darse cuenta” en el hombre, independiente de su actividad mental. Ante todo, “darse cuenta” de sí mismo, darse cuenta de quién es él, de dónde está, y más aun “darse cuenta” de lo que sabe, de lo que no sabe, y así sucesivamente.

Sólo uno mismo puede saber si en un momento dado está “consciente” o no. Esto fue probado hace mucho tiempo en cierta corriente de pensamiento en la psicología europea, la que comprendió que sólo el mismo hombre puede conocer ciertas cosas acerca de sí.

la presencia o la ausencia de la conciencia en un hombre no se puede probar por la observación de sus actos exteriores

Aplicándolo a la conciencia, quiere decir que sólo un mismo hombre puede saber si su conciencia existe en un momento o no. Esto quiere decir que la presencia o la ausencia de la conciencia en un hombre no se puede probar por la observación de sus actos exteriores. Como ya lo he dicho, este hecho fue probado hace mucho tiempo, pero su importancia nunca fue totalmente comprendida, porque siempre se le ligaba con la comprensión de la conciencia como un proceso mental o una actividad de la mente. Si un hombre se da cuenta de que no estaba consciente hasta el momento en que lo percibe, y luego se olvida de esta percepción, o aun si la recuerda, esto no es conciencia. Es tan solo el recuerdo de una fuerte percepción.

Quiero ahora atraer su atención hacia otro hecho que ha sido perdido de vista por todas las escuelas modernas de psicología.
Es un hecho que la conciencia en el hombre, no importa cómo se la mire, nunca permanece en el mismo estado. Existe, o no está. Los momentos más elevados de conciencia crean memoria. Los otros momentos, el hombre simplemente no los recuerda. Esto, más que nada, produce en el hombre la ilusión de conciencia continua o de un continuo “darse cuenta de sí “.

Algunas escuelas modernas de psicología niegan enteramente la conciencia, inclusive niegan la necesidad de tal término, pero ello no es sino un derroche de mala inteligencia. Otras escuelas, si se les puede llamar así, hablan de estados de conciencia, queriendo significar: pensamientos, sentimientos, impulsos motrices y sensaciones. Esto está basado en el error fundamental de mezclar la conciencia con las funciones psíquicas. Hablaremos de ello más tarde.
En realidad, en la mayoría de los casos, el pensamiento moderno todavía confía en la vieja formulación de que la conciencia no tiene grados. La aceptación general de esta idea, si bien tácita, aunque esté en contradicción con muchos descubrimientos recientes, detuvo muchas posibles observaciones sobre las variaciones de la conciencia.
El hecho es que la conciencia tiene grados bastante visibles y observables, por cierto visibles y observables para cada uno en sí mismo:.

Primero está la duración: ¿cuánto tiempo ha estado uno consciente?
Segundo, la frecuencia de aparición: ¿cuántas veces se ha llegado a ser consciente?
Tercero, la extensión y la penetración: ¿de qué era uno consciente?, lo cual puede variar muchísimo con el crecimiento del hombre.

Si tomamos sólo los dos primeros, podremos comprender la idea de la posible evolución de la conciencia. Esta idea está ligada con un hecho muy importante y muy conocido por las antiguas escuelas psicológicas, como por ejemplo la de los autores de la Philokalia, pero completamente ignorado por la filosofía y la psicología europeas de los dos o tres últimos siglos.

O sea que la conciencia se puede hacer continua y controlable por medio de esfuerzos especiales y de estudios especiales.
Trataré de explicar cómo se puede estudiar la conciencia. Tomen un reloj y miren el segundero, tratando de darse cuenta de sí mismos, y concentrándose en el pensamiento “Yo soy Pedro Ouspensky” “Estoy ahora aquí”. Traten de no pensar en nada más, simplemente siguiendo el movimiento del segundero y dándose cuenta de sí mismos, de su nombre, de su existencia, y del lugar en que están. Mantengan apartado todo otro pensamiento.
Si son persistentes, podrán hacer esto por dos minutos. Este es el límite de su conciencia. Y si tratan de repetir el experimento inmediatamente después, lo encontrarán más difícil que la primera vez.

Este experimento demuestra que un hombre, en su estado natural, puede con gran esfuerzo ser consciente de una cosa (él mismo) por dos minutos o menos.
La deducción más importante que uno puede hacer después de realizar este experimento en la forma debida, es que el hombre no es consciente de sí mismo. La ilusión de estar consciente de sí mismo es creada por la memoria y por los procesos del pensamiento.

Por ejemplo, un hombre va al teatro. Si está acostumbrado no tiene especialmente conciencia de estar allí mientras lo está. Sin embargo, puede ver y observar cosas, el espectáculo puede gustarle o no, recordarlo, acordarse de la gente que encontró, y así sucesivamente.

Cuando regresa a su casa recuerda que estuvo en el teatro, y por supuesto cree que estuvo consciente mientras se hallaba en él. De esta manera no tiene dudas sobre su conciencia y no se da cuenta de que su conciencia puede estar completamente ausente mientras él puede actuar razonablemente, pensar, observar.
Para una descripción general, el hombre tiene posibilidad de cuatro estados de conciencia. Estos son:

El sueño
El estado de vigilia
La conciencia de sí
La conciencia objetiva.

Pero aunque tiene la posibilidad de estos cuatro estados de conciencia, el hombre de hecho no vive sino en dos: una parte de su vida la pasa en el sueño y la otra en lo que es llamado “estado de vigilia”, aunque en realidad su estado de vigilia difiere muy poco del sueño.

¿Es posible adquirir el control sobre estos momentos fugaces de conciencia, el evocarlos más a menudo, y el mantenerlos por más tiempo, o aun el hacerlos permanentes?

En la vida ordinaria, el hombre no sabe nada de la “conciencia objetiva” y no es posible ningún experimento en esta dirección. El hombre se atribuye el tercer estado, o “conciencia de sí”; esto es, cree poseerlo, aunque en realidad sólo puede ser consciente de sí por muy raros chispazos y aún entonces es probable que no lo reconozca, porque no sabe lo que ello implicaría si en realidad lo poseyera. Estos vislumbres de conciencia vienen en momentos excepcionales, en estados altamente emocionales, en momentos de peligro, en circunstancias y situaciones muy nuevas e inesperadas; o algunas veces en momentos completamente ordinarios cuando no ocurre nada en particular. Pero en su estado ordinario o “normal”, el hombre carece de todo control sobre ellos.

En cuanto a nuestra memoria ordinaria, o a momentos de memoria, en realidad sólo recordamos momentos de conciencia, aun cuando no nos demos cuenta de que esto sea así.

Explicaré más adelante lo que significa la memoria en un sentido técnico, así como las diferentes clases de memoria que poseemos. Por ahora sólo quiero atraer su atención a la propia observación de su memoria. Notarán que recuerdan las cosas de manera diferente. Algunas cosas las recuerdan muy vívidamente, algunas muy vagamente, y otras no las recuerdan en absoluto. Solamente saben que sucedieron.

Se sorprenderán mucho cuando se den cuenta de qué poco es lo que recuerdan en realidad. Y esto sucede así, porque ustedes recuerdan sólo los momentos en que estuvieron conscientes.

De manera que, con referencia al tercer estado de conciencia, podemos decir que el hombre tiene momentos ocasionales de conciencia de sí, que dejan recuerdos vívidos de las circunstancias en que se produjeron, pero no tiene dominio sobre ellos. Vienen y se van por sí mismos, estando controlados por circunstancias exteriores y asociaciones ocasionales o recuerdos de emociones.

Surge la pregunta: ¿Es posible adquirir el control sobre estos momentos fugaces de conciencia, el evocarlos más a menudo, y el mantenerlos por más tiempo, o aun el hacerlos permanentes? En otras palabras, ¿es posible llegar a ser conscientes?

Este es el punto más importante, y desde el mismo comienzo de nuestro estudio debemos comprender que este punto, hasta en teoría, ha sido totalmente olvidado por todas las escuelas modernas de psicología sin excepción.

Porque con los métodos adecuados y los esfuerzos apropiados el hombre puede adquirir el control de la conciencia, y puede llegar a ser consciente de sí mismo, con todo lo que esto implica. Y lo que esto implica, en nuestro estado actual, no nos lo podemos ni siquiera imaginar.

Sólo después de que se haya comprendido este punto, puede llegar a ser posible un estudio serio de la psicología.

Este estudio debe comenzar con la investigación de los obstáculos a la conciencia en nosotros mismos, porque la conciencia sólo puede comenzar a crecer cuando por lo menos algunos de los obstáculos son extirpados.

En las conferencias siguientes, hablaré sobre estos obstáculos. El mayor de ellos es nuestra ignorancia de nosotros mismos, y nuestra equivocada convicción de que nos conocemos a nosotros mismos, al menos hasta cierto punto y de que podemos estar seguros de nosotros mismos, cuando en realidad no nos conocemos en lo absoluto ni podemos estar seguros de nosotros mismos ni siquiera en las cosas más pequeñas.

Debemos comprender ahora que la psicología significa en realidad el estudio de sí mismo. Esta es la segunda definición de psicología.
Uno no puede estudiar la psicología como se estudia la astronomía; esto es, fuera de uno mismo.

Funciones de la máquina humana:el pensar, el sentir, la función instintiva, la función motriz, el sexo.

Al mismo tiempo, uno debe estudiarse a sí mismo de la misma manera en que estudiaría cualquier máquina nueva y complicada. Debe conocer las partes de esta máquina, sus funciones principales, las condiciones para un trabajo apropiado, las causas del trabajo equivocado, y muchas otras cosas difíciles de describir sin usar un lenguaje especial, el que también es necesario conocer para poder estudiar la máquina.

La máquina humana tiene siete funciones diferentes:

El pensar (o intelecto).
El sentir (o emociones).
La función instintiva (todo el trabajo interno del organismo).
La función motriz (todo el trabajo externo del organismo, el movimiento en el espacio, etc.).
El sexo (la función de los dos principios, masculino y femenino, en todas sus manifestaciones).

Además de estas cinco, hay otras dos funciones para las cuales no tenemos nombre en el lenguaje ordinario. Estas aparecen sólo en los estados superiores de conciencia: una, la función emocional superior, que aparece en el estado de conciencia de sí; y otra, la función intelectual superior, que aparece en el estado de conciencia objetiva. Como no estamos en estos estados de conciencia, no podemos estudiar estas funciones o experimentar con ellas. Sólo las conocemos indirectamente, por aquellos que la han alcanzado o experimentado con ellas.

En la antigua literatura filosófica y religiosa de diferentes naciones hay muchas alusiones a los estados superiores de conciencia y a las funciones superiores. Lo que crea una dificultad adicional para comprender estas alusiones es la falta de división entre los estados superiores de conciencia. Lo que se llama samadhí o estado de éxtasis o iluminación, o, en trabajos más recientes, “conciencia cósmica”, puede referirse a uno u otro estado: algunas veces a experiencias de conciencia de sí, y a veces a experiencias de conciencia objetiva. Y, por extraño que parezca, tenemos más material para juzgar sobre el estado más elevado, o sea, la conciencia objetiva, que sobre el estado intermedio, esto es, la conciencia de sí, a pesar de que la anterior sólo se puede alcanzar después de la última.

El estudio de sí mismo debe comenzar con el estudio de las cuatro funciones: el pensar, el sentir, la función instintiva, y la función motriz. La función sexual sólo se puede estudiar mucho después; esto es, cuando estas cuatro funciones hayan sido suficientemente comprendidas. Al contrario de lo que afirman algunas teorías modernas, la función sexual es realmente posterior; es decir, aparece más tarde en la vida, cuando las cuatro primeras funciones ya se han manifestado plenamente, y está condicionada por ellas. Por lo tanto, el estudio de la función sexual sólo puede ser útil cuando las primeras cuatro funciones sean totalmente conocidas en todas sus manifestaciones. Al mismo tiempo se tiene que comprender que cualquier irregularidad seria o anormalidad en la función sexual hace imposible el desarrollo de sí y aun el estudio de sí mismo.
Tratemos ahora de comprender las cuatro funciones principales.

Daré por sentado que para ustedes es claro lo que yo quiero decir por la función intelectual o función de pensar. En ella están incluidos todos los procesos mentales: la percepción de impresiones, la formación de representaciones y de conceptos, el raciocinio, la comparación, la afirmación, la negación, la formación de palabras, la facultad de hablar, la imaginación, y así sucesivamente.

La segunda función es el sentir o las emociones: la alegría, la pena, el miedo, el asombro, etc. Aun si están seguros de que está claro para ustedes el cómo y en qué difieren las emociones de los pensamientos, les aconsejaría que revisen sus puntos de vista a este respecto. En nuestra manera ordinaria de pensar y de hablar mezclamos pensamientos y sentimientos; pero para comenzar el estudio de sí es necesario diferenciar cuál es cuál.

Tomará más tiempo el comprender las dos funciones que siguen, instintiva y motriz, ya que en ningún sistema ordinario de psicología están descritas y divididas de manera correcta.
Las palabras “instinto”, “instintivo” se emplean por lo general en sentido equivocado, y muy a menudo sin sentido alguno. En especial, por lo general se le asigna al instinto funciones externas que son en realidad funciones motrices y algunas veces emocionales.

La función instintiva en el hombre incluye cuatro clases diferentes de funciones:

PRIMERO: Todo el trabajo interno del organismo, toda la fisiología por así decirlo; la digestión y asimilación de los alimentos, la respiración, la circulación de la sangre, todo el trabajo de los órganos internos, la formación de nuevas células, la eliminación de desechos, el trabajo de las glándulas endocrinas, etcétera.

SEGUNDO: Los así llamados cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto; y todas las otras facultades de percibir el peso, la temperatura, la sequedad o la humedad, etc., es decir, todas las sensaciones indiferentes, sensaciones que de por sí no son ni agradables ni desagradables.

TERCERO: Todas las emociones físicas; es decir, todas las sensaciones físicas que son agradables o desagradables. Toda clase de dolores o de sensaciones desagradables, tales como un sabor desagradable u olor desagradable, y toda clase de placeres físicos, tales como sabores agradables, olores agradables, etc.

CUARTO: Todos los reflejos, aun los más complicados, tales como la risa y el bostezo; toda clase de memorias físicas, tales como la memoria del gusto, la memoria del olfato, la memoria del dolor, que son en realidad reflejos internos.
La función motriz comprende todos los movimientos externos tales como el caminar, el escribir, el hablar, el comer, y sus memorias. También pertenecen a la función motriz aquellos movimientos que en el lenguaje ordinario se llaman “instintivos”, tales como el atrapar, sin pensarlo, un objeto que se cae.
La diferencia entre la función instintiva y la motriz es muy clara y puede ser fácilmente comprendida si uno simplemente recuerda que todas las funciones instintivas, sin excepción, son innatas y que para usarlas no es necesario aprenderlas; mientras que, por el otro lado, ninguna de las funciones motrices son innatas y uno tiene que aprenderlas todas, tal como el niño aprende a caminar, o como se aprende a escribir o a dibujar.

Además de estas funciones normales del movimiento, también hay algunas extrañas funciones motrices que representan el trabajo inútil de la máquina, sin intención de la naturaleza; pero que ocupan mucho lugar en la vida del hombre usando gran cantidad de su energía. Estas son: la formación de sueños, la imaginación, el ensueño, el hablar interno, el hablar por hablar, y en general, todas las manifestaciones descontroladas e incontrolables.

Las cuatro funciones: intelectual, emocional, instintiva y motriz, ante todo tienen que ser comprendidas en todas sus manifestaciones, y más tarde tienen que ser observadas en sí mismo. Tal observación de si, o sea, la observación sobre bases correctas, con la comprensión preliminar de los estados de conciencia y de las diferentes funciones, constituye la base del estudio de uno mismo, es decir, el principio de la psicología.
Es muy importante el recordar que al observar diferentes funciones es útil el observar al mismo tiempo su relación con los diferentes estados de conciencia.

Tomemos los tres estados de conciencia, sueño, vigilia, y posibles vislumbres de conciencia de sí, y las cuatro funciones: pensamiento, sentimiento, instinto y movimiento. Todas las cuatro funciones se pueden manifestar en el sueño, pero sus manifestaciones son deshilvanadas y no confiables. No hay manera de usarlas, simplemente van por su cuenta. En el estado de vigilia, o de conciencia relativa, hasta cierto punto pueden servirnos de orientación. Se pueden comparar sus resultados, verificarlos, enderezarlos; y a pesar de que pueden crear muchas ilusiones, en nuestro estado ordinario aún no tenemos otra cosa y debemos hacer con ellas lo que podamos. Si nos diéramos cuenta de las falsas observaciones, de las falsas teorías, de las falsas deducciones y conclusiones hechas en este estado, deberíamos dejar de creer por completo en nosotros mismos. Pero los hombres no se dan cuenta de cuán decepcionantes pueden ser sus observaciones y sus teorías, y continúan creyendo en ellas. Es esto lo que impide a los hombres el observar los raros momentos en que sus propias funciones se manifiestan en conexión con vislumbres del tercer estado de conciencia, es decir, de conciencia de sí.
Todo esto quiere decir que cada una de las cuatro funciones se puede manifestar en cada uno de los tres estados de conciencia. Pero los resultados son totalmente diferentes. Cuando aprendamos a observar estos resultados y sus diferencias, comprenderemos la relación correcta entre las funciones y los estados de conciencia.
Pero aún antes de considerar la diferencia en la función en relación con los estados de conciencia es necesario comprender que la conciencia del hombre y las funciones del hombre son fenómenos totalmente diferentes, de naturaleza totalmente distinta, dependientes de causas diferentes, y que el uno puede existir sin el otro. Las funciones pueden existir sin la conciencia y la conciencia puede existir sin las funciones.

 

 

 

p.d. ouspensky

Piotr Demiánovich Ouspenski (Пётр Демья́нович Успе́нский, Piotr Demiánovich Uspenski) (n. Moscú, 5 de marzo de 1878 – m. Surrey 2 de octubre de 1947) fue un filósofo y escritor ruso con orientación mística. Autor de varios libros de temática espiritual y filosofía esotérica. También dio conferencias y seminarios sobre las enseñanzas de George Gurdjieff, y sobre el Cuarto Camino, siendo uno de los principales difusores de este tipo de conocimientos en el ámbito occidental.

Ouspenski nació en Moscú en 1878. En 1908 viajó por Turquía, Grecia y Egipto, y cuando regresó a Rusia abandonó Moscú para establecerse en San Petersburgo, donde comenzó a dar conferencias públicas sobre sus viajes y su continua búsqueda de lo milagroso. Fue seguramente el más emblemático alumno de Gurdjieff, al cual conoció en Moscú, en la primavera de 1915. Sin embargo, a partir de 1918, la relación entre ambos fue menos intensa.

En 1920, debido a la Revolución rusa se vio obligado a refugiarse en Constantinopla, lugar en el que se reencontró con Gurdjieff y organizó un grupo de estudios. Posteriormente se radicó en Inglaterra, donde escribió sus trabajos más importantes e intervino en la creación del Instituto Gurdjíeff. En 1924 tornó a trabajar independientemente de Gurdjíeff, coincidiendo con la partida de éste hacia América. La última vez que se vieron fue en París en 1930. Durante la Segunda Guerra Mundial se trasladó a EE.UU. En 1947 regresó a Inglaterra, falleciendo allí, en Surrey, el 2 de octubre de ese año.