Sobre Cian, de Fernando Ortega. Por Sebastián Grau

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La experiencia de lectura de Cian (Fernando Ortega, 2012) puede resultar bastante enigmática. Que no les extrañe desconocer el referente de esta palabra.Y si se da ese caso,tal vez su apariencia los acerque más a un imaginario de alguna lejana realidad oriental que a la significación normada que entregan los diccionarios. Cian es el color azul saturado que cubre la portada y contraportada del poemario. También conocido por ser uno de los cuatro colores del sistema CMYK –en trabajo conjunto con el magenta, el amarillo y el negro–, utilizados en la impresión digital. El trabajo complementario de estos colores primarios sustractivos permite acercarse a todos los demás. Esta economía es la razón de su utilidad en el mundo digital.

Se suma a lo enigmático del nombre del poemario, la escaza información entregada en este formato de Ediciones Laberinto: sólo el título y el nombre del autor aparecen en la cubierta; en negro las letras, abrazadas por el Cian. Solo la grafía torpe del título parece romper con la limpieza y el minimalismo de la estética exterior del libro. En el interior se reitera la información entregada en la portada, y se le suman una serie de poemas con sus respectivos títulos, así como el nombre de la editorial con su logo en la última página. El contenido del poemario, y también la forma en que se entrega, también refleja una simplicidad que evoca cierto secretismo. Poemas en verso libre, con estrofas que se mueven y disponen en el espacio de una manera simple pero transmitiendo una dinámica de flujo. Son formas que en la experiencia de lectura se sienten sugestivas y no definitivas. Además, hay referencias a la filosofía China –por ejemplo en “Tao”–, y recursos del minimalismo, como la repetición utilizada en “Poética”, que también contribuyen a dar una sensación de que hay algo que se sugiere de manera implícita:

 

el pasto es verde
el pasto es verde
el pasto es verde
                       el pasto es verde
el pasto es verde
el pasto es verde

                                                                                                                                                                                      ¿de qué color es el pasto?

 

Esta estrofa se entrega en el espacio generoso de una plana. Se le da espacio al movimiento, al ritmo y a la reverberación de las palabras en el espacio y en el tiempo de lectura. Por otro lado, hay un sentido irónico oculto en estas palabras. Porque la repetición de la frase “el pasto es verde” puede generar en el lector una doble lejanía. Primero, aquella producida por la desestabilización del valor semántico de las palabras. La reiteración de las palabras hace fijar más la atención en la forma que en el contenido. Se alzan para el lector los aspectos materiales de la experiencia de lectura–la visualidad y la música–, por sobre el significado. Aparece la forma de las palabras, el espacio en blanco en que ellas habitan, el movimiento lateral de los versos, y el uso de palabras en cursivas, que en ese orden hacen pensar en una suerte de conversación que lleva una personalidad disociada.  Y la ironía se completa en la segunda lejanía. Porque al reiterarse el sintagma “el pasto es verde”, se genera una relativización y nace un nuevo significado. Se recuerda que esta aseveración, como muchas otras, es tan solo una conceptualización. Los conceptos, como edificaciones humanas, son refugios que permiten solo una comprensión simplificada de la experiencia material. “De qué color es el pasto?”. Lo cierto es que el pasto es todo menos verde. En el pasto hay coloraciones infinitas, que además van cambiando con cada movimiento espacio temporal, y con cada cambio anímico que sufra quien lo observe. Con cada milésima de segundo que transcurre, y esto del tiempo regulado es ya una simplificación de la vida, fluyen ilimitados nuevos colores y formas.La naturaleza es abismal, y su dinámica es eterna. Esta actitud irónica hace reparar en aquella verdad. En Cian parece central este tema; la lejanía inevitable que se abre entre lenguaje y mundo.

Por otra parte, este extracto de poema se encuentra ya tremendamente cargado por su título: “Poética”. Inserto en la tradición occidental, ese título se enclava en una historia. Se encuentra atado a todas las implicancias que pueda tener el formar parte de determinada historia. Las poéticas en la tradición occidental hablan de los aspectos fundamentales –es decir, no metodológicos– de la expresión poética humana. Hablan de la naturaleza de la creatividad. En este sentido, son universales y teóricas, y no prescriptivas. No son guías didácticas para la creación, sino guías espirituales que permiten un crecimiento moral. Porque al entender el funcionamiento del mundo natural puede el hombre ser un creador. Al comprender las dinámicas de la naturaleza, sus flujos y tiempos, puede él llegar a componer algo armónico y simple.

Como se discutía al comienzo, se puede leer en los poemas de Ortega una tendencia minimalista. Y esto va en concordancia con la actitud irónica que se mencionaba. En los recursos del minimalismo hay una fundición del contenido y la forma en un espacio intermedio. La abstracción realizada por el ejercicio minimalista parece alejarse de la naturaleza. Pero como se verá, esto es solo aparente. Es un lenguaje que traza pocas líneas. Pero esta poquedad no radica en el número de líneas, sino en una pureza; en una precisión. Y la armonía es la medida de esa precisión. Por eso, la limpieza del minimalismo, y su máxima por lo demás, reside en que nada falte y nada sobre. Por eso las formas minimalistas poseen un ritmo y un crecimiento orgánicos. Son formas que no nacen del contacto directo con la realidad que entregan los sentidos a la conciencia. Estas formas nacen de un flujo espiritual subyacente, de un sentido metafísico sintético. Y por esta razón, la búsqueda minimalista es profundamente natural. Sus trazos no buscan lo novedoso, ni tampoco lo pintoresco en la naturaleza, sino su sustancia medular. Buscan un retrato de lo espiritual, que siempre tendrá su fuente en lo oculto, y no en lo aparente. En esta línea de pensamiento fue que el pintor abstracto Piet Mondrian se alejó cada vez más del realismo. Pensaba que de esta forma lograría acercarse más a la naturaleza en su estado puro: “Para lograr un enfoque espiritual en el arte, se necesita apoyarse lo menos posible en la realidad, porque la realidad se opone a lo espiritual”, -en Arte plástico y arte plástico puro-. Esto se puede ver en los estudios que realizó en torno a los árboles:

arboles

 

https://www.youtube.com/watch?v=-zo8SDoKCPo

 

La voz del hablante de los poemas contenidos en Cian (2012) comparte características con otras voces de la poesía moderna y contemporánea. El descreimiento y la conciencia irónica guían la composición. Hablante y lector deben caminar por una ruta inestable sobre la que ha debido vagar de manera inevitable también el espíritu occidental a partir de la caída en desgracia de muchos de sus sistemas de valores. Lo que se creía sólido se desvanece. Se descubre que las antiguas y rígidas estructuras conceptuales que sostuvieron al hombre hasta entrada la modernidad habían sido erigidas sobre un terreno siempre móvil y fértil. Y así como ocurre con los edificios que caen por el movimiento de la tierra, los sistemas conceptuales se desmoronan en su incapacidad de acoplarse al movimiento subterráneo. Por eso la poesía contemporánea se acerca con pasos inseguros y humildes al instante vital del presente. Buscan un lenguaje que refleje los movimientos subterráneos que se van sucediendo de manera ininterrumpida en el flujo vital.

 

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Sobre sebastián grau

sebastián grauLicenciado en letras, bajista de Milodonte y mediocampista de los Doppelgangers.

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