Un jardín de granadas, por Israel Regardie

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Si tuviera que vivir mi vida de nuevo, lo primero que haría sería inventar un sistema de símbolos totalmente nuevo con el cual comunicar mis ideas
Johann Gottlieb Fichte

 

Resulta irónico que el período de más tremendo avance tecnológico registrado por la historia debiera ser también calificado como la Era de la Ansiedad. Se ha escrito mucho sobre la frenética búsqueda del alma por parte del hombre moderno –y, además, sobre sus dudas-, de que incluso la tenga en un momento en que, como castillos en la arena, tantas de sus amadas teorías, consideradas erróneamente verdades durante mucho tiempo, se están derrumbando en su desconcertado cerebro.

El antiguo consejo: “Conócete a ti mismo”, es ahora más imperioso que nunca. El ritmo de la ciencia se ha acelerado hasta tal punto que los descubrimientos de hoy convierten frecuentemente en obsoletas alas ecuaciones de ayer, casi antes de que puedan escribirse en la pizarra. No es sorprendente entonces que existan tantos enfermos mentales. El hombre no fue creado para pasar su vida en un cruce de caminos, uno de los cuales conduce a un sitio desconocido para él, y el otro a la amenazada aniquilación de su especie.

A la vista de esta situación resulta doblemente tranquilizante el saber que, incluso entre conceptos y condiciones caóticas todavía queda una puerta a través de la cual el hombre, individualmente, puede entrar en un amplio almacén de conocimientos, unos conocimientos tan seguros e inmutables como el paso rítmico de la Eternidad.

Por esta razón me complace especialmente estar escribiendo una introducción a una nueva edición de “Un Jardín de Granadas”. Siento que quizás en ningún otro momento había sido tan urgente la necesidad de un mapa de carreteras como el que el sistema Cabalístico proporciona. Debería ser igualmente útil para cualquiera que decidiera seguirlo, sea judío, cristiano, budista, deísta, teosófico, agnóstico o ateo.

La Cábala es una guía fiable que conduce a la comprensión del Universo y del propio Ser. Los sabios han afirmado durante mucho tiempo que el Hombre es una miniatura del Universo, conteniendo en su interior los diversos elementos de aquel macrocosmos del cual él es el microcosmos. En la Cábala hay un glifo llamado el Árbol de la Vida, que es al mismo tiempo un mapa simbólico del Universo en sus principales aspectos, y también un mapa de su equivalente inferior, el Hombre.

Manly P. Hall, en “Las Enseñanzas Secretas de Todas la Épocas”, lamenta la incapacidad de la ciencia moderna para “percibir la profundidad de estas deducciones filosóficas de los antiguos”. Si lo hiciera, dice, “comprenderían que aquellos que idearon la estructura de la Cábala poseían un conocimiento del plan celestial comparable en todos los aspectos al del sabio moderno”.

Afortunadamente, muchos científicos, en el campo de la psicoterapia están empezando a darse cuenta de esta correlación. En “El Mundo Interno de la Elección”, de Francis G. Wickes, se hace una referencia a “la existencia de cada persona de una galaxia de potencialidades para el desarrollo, señalada por una sucesión de evolución e interacción personalógicas con el entorno”. Señala que el hombre no es únicamente una partícula individual sino “también una parte de la corriente humana, gobernada por un Ser Superior a su propio ser individual”.

El Libro de la Ley” afirma simplemente: “Cada hombre, y cada mujer, es una estrella”. Éste es un pensamiento sorprendente para aquellos que consideraban a una estrella como un cuerpo celeste, pero es también una declaración que puede constatar cualquiera que se aventure en el reino de su propio Inconsciente. Aprenderá, si es constante, que este reino no está limitado por las fronteras de su cuerpo físico sino que forma un conjunto con las extensiones ilimitadas del espacio exterior.

Aquellos que, equipados con los instrumentos suministrados por la Cábala, han hecho el viaje interior y han ido más allá de las barreras de la ilusión, han regresado con una impresionante cantidad de conocimientos que se ajusta rigurosamente a la definición de “ciencia” dada por el Diccionario del College de Winston: “Ciencia: un conjunto de conocimientos, verdades generales de hechos particulares, obtenidos y demostrados mediante la observación y el pensamiento precisos; conocimientos condensados, ordenados y sistematizados con referencia a verdades y leyes generales”.

Sus descubrimientos han sido una y otra vez confirmados, demostrando que la Cábala contiene no solamente los elementos de la misma ciencia, sino, incluso, el método con el cual dedicarse a ella.

Cuando se planea visitar un país extranjero, el viajero prudente se familiarizará en primer lugar con el idioma. Para estudiar música, química o cálculo, es esencial una terminología específica para la comprensión de cada materia. Así, pues, se necesita una nueva serie de símbolos cuando se emprende un estudio del Universo, sea interior o exteriormente. La Cábala proporciona esa serie de símbolos de forma insuperable.

Pero la Cábala es mucho más. También proporciona la base de otra ciencia arcaica –la Magia-. Para no confundirla con la prestidigitación, la Magia ha sido definida por Aleister Crowley como “la ciencia y el arte de provocar cambios para que sucedan conforme a la voluntad”. Dion Fortune la califica de forma hermosa añadiendo una cláusula, “cambios en la conciencia”.

La Cábala revela la naturaleza de ciertos fenómenos físicos y psicológicos. Una vez percibidos, comprendidos y correlacionados, el estudiante puede usar los principios de la Magia para ejercitar un control sobre las circunstancias y condiciones de vida que no se puede lograr de ninguna otra forma. En resumen, la Magia proporciona la aplicación práctica de las teorías suministradas por la Cábala.

Todavía cumple otra función vital. Además de las ventajas que se pueden obtener de su aplicación filosófica, los antiguos descubrieron un uso muy práctico para la Cábala literal.

Cada letra del Alfabeto Cabalístico tiene un número, un color, muchos símbolos, y se le atribuye una carta del Tarot. La Cábala no solamente ayuda a una comprensión del Tarot, sino que enseña al estudiante a clasificar y organizar todas estas ideas, números y símbolos. De la misma forma que un conocimiento del Latín permitirá profundizar en el significado de una palabra inglesa de raíz latina, el conocimiento de la Cábala con las diversas atribuciones a cada carácter de su alfabeto capacitará al estudiante para entender y correlacionar ideas y conceptos que, de otra forma, no tendrían ninguna relación aparente.

Un ejemplo sencillo es el concepto de la Trinidad en la religión cristiana. Con frecuencia, el estudiante de Cábala, se sorprende al comprobar que la Mitología egipcia seguía un concepto similar con su trinidad de dioses. Osiris el padre, Isis la madre-virgen y Horus el hijo. La Cábala indica correspondencias similares en el panteón de las deidades griegas y romanas, demostrando que los principios de divinidad padre-madre (Espíritu Santo)-hijo son arquetipos primordiales de la psique del hombre, más que ser, como frecuente y erróneamente se creía, un desarrollo peculiar de la Era Cristiana.

En este punto me gustaría llamar la atención acerca de un conjunto de atribuciones hechas por Rittangelius halladas normalmente en un apéndice adjunto al “Sepher Yetzirah”. Este apéndice muestra una lista de una serie de “Inteligencias” para cada una de las diez Sefiroth y los veintidós Senderos del Árbol de la Vida. Después de una larga meditación opino que las usuales atribuciones de estas Inteligencias son, en su conjunto, arbitrarias y carecen de un significado serio.

Por ejemplo, a Kether se le llama “la Inteligencia Admirable o Escondida; es la Gloria Primordial, pues ningún ser humano puede llegar a su esencia”. Esto aparenta ser perfectamente adecuado; el sentido a primera vista parece estar de acuerdo con el significado de Kether como la primera emanación de Ain Soph. Pero existen al menos media docena de otras atribuciones similares, que habrían sido igualmente adecuadas. Por ejemplo, podría haber sido denominado la “Inteligencia Oculta”, normalmente atribuida al séptimo Sendero o Sephirah, pues con seguridad Kether es secreto en una forma diferente a otras Sephiroth, y también podría haberse llamado la “Inteligencia Perfecta o Absoluta”, lo que hubiera sido más explícito y apropiado, siendo mucho más aplicable a Kether que a cualquier otro de los Senderos. De la misma forma hay una inteligencia atribuida al Sendero decimosexto denominada “La Inteligencia Eterna o Triunfante”, llamada así porque es el placer de la Gloria, más allá de la cual no existe Gloria comparable, y se denomina también el “Paraíso preparado para los Justos”. Cualquiera de estas denominaciones hubiera sido igualmente adecuada. Hay gran parte de verdad en muchas de las otras atribuciones en esta área particular –que constituye las llamadas Inteligencias del “Sepher Yetzirah”. No creo que su uso o empleo corriente y arbitrario soporte un examen o una crítica serios.

Pienso que gran número de atribuciones en otras áreas simbólicas están sujetas a la misma crítica. Los Dioses Egipcios han sido utilizados muy imprudentemente, y sin suficiente explicación de los motivos para asignarlos, como yo mismo hice. En una edición reciente de la obra maestra de Crowley “Liber 777” (que en el fondo, no es tanto una reflexión de la mente de Crowley como un crítico reciente pretendió, como una tabulación de una parte del material servido por etapas en las clases teóricas de la Aurora Dorada), da, por primera vez, breves explicaciones de los motivos para sus atribuciones. También yo debería haber sido mucho más explícito en las explicaciones que di en el caso de algunos Dioses cuyos nombres fueron usados muchas veces, la mayoría de forma inadecuada, cuando varios senderos estaban implicados. Aunque es cierto que el matiz religioso de los dioses egipcios difiere de una época a otra en el transcurso de la turbulenta historia de Egipto, sin embargo, una pocas palabras al respecto hubieran sido de gran utilidad.

Algunos de los pasajes del libro me obligan a remarcar que por lo que se refiere a la Cábala, podría y debería usarse sin atribuirle las cualidades partidistas de cualquier otra fe religiosa en particular. Esto se refiere por igual al Judaísmo y al Cristianismo. Ninguna tiene mucha utilidad intrínseca por lo que se refiere a este esquema científico. Si algunos estudiantes se sienten dolidos por esta indicación sepan que no se puede evitar: La época de la mayoría de las religiones contemporáneas ha pasado; han sido más una maldición que un beneficio para la humanidad. Nada de lo que se diga aquí, sin embargo, debería afectar a las personas implicadas, aquellas que aceptan estas religiones. Son simplemente desafortunados. La religión en sí misma está agotada y se está muriendo.

La Cábala no puede hacer nada por ninguna de ellas. Son inútiles los intentos por parte de los partidarios del culto de impartir saberes místicos elevados a través de la Cábala, etc…, a sus doctrinas ahora estériles, y la generación más joven así lo entenderá. Ellos, los niños de la flor y el amor, no cometerán ninguno de estos disparates.

Esto lo sentí hace mucho tiempo, como todavía lo siento, pero todavía más intensamente. La única forma de explicar la actitud partidista judea, mostrada en algunos pequeños pasajes de este libro, puede explicarse fácilmente. Había leído algunos escritos de Arthur Edward Waite, y se me contagió parte de su pomposidad y pesadez. No me gustaba su actitud cristiana protectora, y de esa forma me incliné hacia la parte contraria. Realmente ninguna religión es particularmente importante hoy en día. Debo evitar leer a Waite de nuevo antes de emprender un trabajo literario de creación propia.

Gran parte del saber obtenido por los antiguos mediante el uso de la Cábala ha sido confirmado por los descubrimientos de científicos modernos –antropólogos, astrónomos, psiquiatras, etc., y otros-. Ilustres Cabalistas han sido conscientes durante cientos de años de lo que la psiquiatría ha descubierto en las últimas décadas –que el concepto del hombre sobre sí mismo, sus divinidades, y el Universo, es un proceso en constante evolución-, cambiando a la par que el hombre evoluciona en una espiral más elevada. Pero las raíces de sus conceptos están enterradas en un avance de la conciencia que fue anterior al hombre de Neanderthal en incontables eones de tiempo.

Lo que Jung llama imágenes arquetípicas, emergen constantemente a la superficie de la conciencia humana desde el vasto inconsciente, que es la herencia común de toda la humanidad.

La tragedia del hombre civilizado es que se le aparta de la conciencia de sus propios instintos. La Cábala puede ayudarle a adquirir la comprensión necesaria para reintegrarse con ellos, para que, más que ser dirigido por fuerzas que no comprende, pueda utilizar para su uso corriente el mismo poder que guía la vuelta a casa de las palomas, enseña al castor a construir un dique y mantiene a los planetas girando, en sus órbitas fijas, alrededor del sol.

Inicié el estudio de la Cábala a una edad temprana. Dos libros que leí entonces han jugado inconscientemente un papel destacado en la realización de mi obra. Uno de ellos fue “Q. B. L.” o la “Recepción de la Novia”, de Frater Achad (Charles Stansfeld Jones), que leí allá por el año 1926. El otro fue “Una Introducción al Tarot”, de Paul Foster Case, publicado a principios de los años veinte. Actualmente está agotado, sustituido por versiones posteriores sobre el mismo tema. Pero si ahora ojeo este librito me doy cuenta de cuánto me influenció, incluso su formato, aunque en estos dos ejemplos no hay rastro de plagio de mi parte. No me había apercibido hasta hace muy poco tiempo de lo mucho que les debo. Ya que Paul Case murió hace unos diez años, esta introducción me da la oportunidad de darle las gracias públicamente, dondequiera que esté ahora.

A mediados de 1926 conocí el trabajo de Aleister Crowley, a quien tengo un profundo respeto. Estudié todas las obras de él a las que pude tener acceso, tomando muchas notas, y más tarde fui su secretario durante varios años, habiéndole conocido en París el 12 de octubre de 1928, un memorable día de mi vida.

Se han escrito toda clase de libros sobre Cábala, algunos mediocres, y algunos muy buenos. Pero llegué a sentir la necesidad de lo que podría llamarse una guía Berlitz, una introducción concisa pero global, ilustrada con diagramas y tablas de definiciones fácilmente comprensibles y correspondencias, para facilitar la asimilación por parte del estudiante de un tema tan complicado y profundo.

Durante un breve retiro en North Devon, en 1931, empecé a coordinar mis notas. Fue a partir de éstas que, poco a poco, surgió “Un Jardín de Granadas”. Admito, sin vergüenza, que mi libro contiene muchos plagios directos de Crowley, Waite, Eliphas Levi y D. H. Lawrence. Había incorporado numerosos fragmentos de sus obras en mis apuntes, sin citar referencias individuales a estas diversas fuentes.

El último capítulo de “Un Jardín…” trata del Camino de Regreso. Utilicé casi enteramente el concepto de Crowley del Sendero como él lo describió en su magnífico ensayo “Una Estrella a la Vista”. Además, tomé muchas ideas de “A propósito…”, de Lawrence. De alguna manera todo junto encajaba muy bien. A su tiempo todas estas notas abigarradas fueron incorporadas al texto sin yo mencionarlo, un descuido que pienso que debería ser perdonado, pues en aquel momento tenía sólo veinticuatro años.

Algunos naturalistas modernos y miembros del redimido y reorganizado culto a las brujas me han felicitado por este capítulo final que titulé “La Escalera”. Eso me complace. Durante mucho tiempo no estuve en absoluto interesado en el tema de la brujería. Lo había evitado por completo, no sintiéndome atraído por su literatura. De hecho, únicamente empecé a informarme respecto al tema y a su literatura hace unos pocos años, después de haber leído “La Anatomía de Eva”, escrita por el Dr. Leopold Stein, un analista seguidor de Jung. En la amistad de su estudio de cuatro casos incluyó un capítulo informativo sobre el tema. Esto sirvió para estimularme a leer más sobre ello.

En 1932, por sugerencia del Thomas Burke, el novelista, presenté mi obra a uno de sus editores, Messrs. Constable de Londres. No pudieron aprovecharla, pero me hicieron comentarios alentadores y me aconsejaron presentarlo a Riders. Con gran alegría y sorpresa de mi parte Riders la publicó, y con los años la influencia que ha tenido indica que sirvió para que otros estudiantes satisfacieran su necesidad de un estudio condensado y simplificado de un tema tan amplio como la Cábala.

Para mí la importancia del libro consistió y consiste en cinco cosas: 1) aportó un criterio con el cual medir mi progreso personal en la comprensión de la Cábala; 2) por consiguiente, pude tener un valor equivalente para el estudiante actual; 3) sirve de introducción teórica al fundamento Cabalístico de la obra mágica de la Orden Hermética o de la Aurora Dorada; 4) arroja una luz considerable sobre los escritos, a veces misteriosos, de Aleister Crowley; 5) está dedicado a Crowley, que fue el Ankh-af-na-khonsu mencionado en “El Libro de la Ley” –una dedicatoria que sirvió como muestra de mi lealtad y devoción personales hacia Crowley, pero fue también una señal de mi independencia espiritual de él.

En su profunda investigación sobre los orígenes y naturaleza básica del hombre, Robert Ardrey, en “Génesis Africano”, hizo recientemente una afirmación sorprendente. Aunque el hombre ha iniciado la conquista del espacio exterior, la ignorancia de su propia naturaleza, dice Ardrey, “se ha institucionalizado, universalizado y santificado”. Señala, además, que si formara una fraternidad humana actualmente, su único vínculo común posible sería la ignorancia de lo que es el hombre.

Esa condición es deplorable y a la vez aterradora, cuando los medios para adquirir una total comprensión y conocimiento de sí mismo están al alcance del hombre –y haciéndolo se consigue un conocimiento del prójimo y del mundo en donde vive, así como del Universo mayor del cual cada uno constituye una parte.

Cualquiera que lea esta nueva edición de “Un Jardín de Granadas” puede ser estimulado e inspirado para encender su propia luz de visión interior e iniciar su viaje al espacio ilimitado que se halla dentro de sí mismo. Entonces, mediante la comprensión de su verdadera identidad, cada estudiante puede convertirse en una lámpara de su propio sendero. Y aún más. La Conciencia de la Verdad de su ser rasgará en pedazos el velo de lo desconocido que hasta ahora ha encerrado a la estrella que él ya es, permitiendo que el brillo de su luz ilumine la oscuridad de aquella parte del Universo en donde él habita.

Un jardín de granadas I: [Regardie_Israel]_Un_Jardin_De_Granadas_1(BookSee.org)

Un jardín de granadas II: [Regardie_Israel]_Un_Jardin_De_Granadas_2(BookSee.org)

Ilustración: Robert Fludd | Ultriusque Cosmi (1621) | The individual connected to the cosmos

 

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Sobre Israel Regardie

Israel RegardieFrancis Israel Regudy nació en Londres (Inglaterra) el 17 de noviembre de 1907 y murió en Sedona (Arizona, Estados Unidos) el 10 de marzo de 1985. Llegó a los Estados Unidos el 11 de agosto de 1921 y estudió en escuelas de arte tanto en Washington DC como en Filadelfia. Regresó a Europa en 1928 bajo la invitación de Aleister Crowley, trabajó como su secretario en París y estudió ocultismo con él. Regardie regresó a Londres como secretario de Thomas Burke (1932-1934), y durante ese tiempo escribió A Garden of Pomegranates y The Tree of Life (El árbol de la vida). En 1934 fue invitado a unirse a la «Orden del Amanecer Dorado» (Golden Dawn), Templo de la Estrella Matutina, (Stella Matutina Temple), durante este tiempo escribió The Middle Pillar (El Pilar del medio) y The Art of True Healing al mismo tiempo escribiendo el trabajo básico para The Philosopher's Stone (La Piedra Filosofal). A su regreso a los Estados Unidos en 1937, rompiendo la promesa hecha de nunca revelar los documentos secretos del Amanecer Dorado, publicó el libro The Magical System of the Golden Dawn en cuatro tomos, hecho que le ganó la enemistad de muchos de sus miembros. Estudió Quiropráctica en Nueva York, graduándose en 1941, sirvió con el ejército entre 1942 y 1945, y se mudó a Los Ángeles, donde abrió una clínica quiropráctica y enseñó Psicología. Su entrenamiento encompasaba métodos de Sigmund Freud, Carl Gustav Jung y Wilhelm Reich. Al retirarse en 1981 se mudó a Sedona.

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