
Un día, entre unas matas, encontró un brazo humano cubierto de moscas. Lo rondó unos minutos para ver si no llevaba algún anillo. No se atrevió a ir a la policía por miedo a que lo culparan. Y es que a veces los agentes de la zona lo secuestran por algunas horas y lo golpean, nada más para divertirse un rato. Cuando pasan frente a su casa, a bordo de sus patrullas, se llevan las manos a la gorra y le gritan: “Vaya, loquito”.
Leer más