
Le sentí explayándose dentro mientras lentamente le introducía. Despacio, dejando que la vagina le lubricare para continuar penetrándome en ese interminable ahogo que a mi boca enmudecía en un susurrante y sordo quejido, abrazándole con los músculos de la vulva en el redondel de su adusta y firme carnosidad, con mis muslos alzados para rodear sus caderas y entrelazar los tobillos a su acuñada cintura, sin dispuesta estar a que, […]
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